lunes, 27 de julio de 2009

LAS "CUCAS" DE LA NIÑA CATALINA

María de Jesús Romero de Matute

Las catalinas son unas torticas que se hacen de papelón y harina, y su forma es de picos redondeados. En San Carlos, en los años 30, vivía la niña Catalina Capobianco, con su mamá, llamada también la niña María de Capobianco. Eran de origen italiano.
Las Capobianco vivían en la calle Real (hoy avenida Bolívar), cruce con calle Miranda. Eran de contextura fuerte, diría más bien que obesas. La casa, por la parte de atrás, colindaba con la de doña Luisa Amelia de Méndez y su esposo Luis Eusebio, en la calle Sucre. Por la calle Real, estaba situada al lado de la casa de la señorita Antonieta Lima. Era una típica casa de la época, pintada de gris, con un gran portón y un amplio anteportón o zaguán. A continuación, había un pequeño recibo y un patio del lado derecho de la casa. A la mano izquierda, estaban tres habitaciones, una inmensa en la esquina seguida de dos más pequeñas. Después del patio estaba la cocina y el área de oficios. En el patio de la casa de la niña Catalina estaba un horno inmenso para hacer las catalinas y árboles frutales: lechosas, guanábanas y mango. Hoy en día, en esa esquina se encuentra el Almacén El Pana.
Todas las tardes, como era costumbre de la época, la niña Catalina se sentaba en la puerta de su casa en una inmensa silla de paleta.
En ese entonces no se llamaban catalinas, sino “cucas”. A las tres de la tarde salía Modesto, el mandadero de las niñas a vender las catalinas. “Aquí van las cucas de la niña Catalina. Calientiiiiiiiiiiiiiiicas. A tres por locha” (la locha era una moneda que valían 12 ½ céntimos), gritaba Modesto. Se podían imaginar las bromas que le gastaban a Modesto cuando vendía tan groseros manjares.
A fines de los años treinta, se seguían vendiendo las “cucas” de la niña Catalina. Recuerdo que yo trabajaba para ese entonces en la Estación de Malariología, que estaba ubicada en la casa de alto que queda por la calle Miranda, la casa del doctor Hilarito Malpica, cruce con Páez y nuestro jefe, el inolvidable Jesús Herrera Villalba, nos brindaba las catalinas con café, como merienda en las calurosas tardes sancarleñas.
CATALINAS
Las catalinas son unas dulces galletas de contextura suave y sabor muy particular, es una preparación criolla de exquisito olor y sabor, que es resultado de la combinación de harina, papelón, almíbar y un toque de canela.
Las catalinas o paledonias más famosas se preparan en los estados Zulia y Lara sin embargo en los Andes se consiguen muy buenas catalinas y son famosas a nivel nacional, así que pueden encontrarse en cualquier ciudad venezolana.
La receta es sencillita, queda divinas y acompañadas con café, chocolate o leche son una merienda perfecta, a mi me gusta comerlas con queso, obteniendo esa combinación dulce salado que tanto nos gusta a los venezolanos.
INGREDIENTES
1/2 taza de agua
1/4 de kilo de papelón en trocitos y 6 clavos de especia para hacer 1 taza menos 2 cucharadas de melado de papelón
2 tazas de harina
1/2 cucharadita de canela molida
1/4 de cucharadita de clavo de especia molido
4 cucharadas de mantequilla con sal
1/4 de cucharadita de bicarbonato de sodio
1/2 cucharada de aceite.
PREPARACIÓN
Con anticipación, para que esté completamente frío cuando se vaya a usar, se prepara un melado de papelón colocando en una olla grande, para que no se derrame al hervir, el agua, el papelón y los clavos. Se lleva a un hervor y se cocina por 1 a 2 minutos, sólo hasta disolverse completamente el papelón. Se obtiene 1 taza de melado. Se cuela inmediatamente para eliminar los clavos y las impurezas.
Se precalienta el horno a 300 grados. En un envase se pone 1 taza menos 2 cucharadas de melado, se le agregan la harina, el jengibre, la canela, el clavo, la mantequilla y el bicarbonato; todo se mezcla muy bien con un mezclador de pasta y la punta de los dedos, sin amasar demasiado.
Con la 1/2 cucharada de aceite, se engrasa una bandeja de metal, para hornear, de unos 30 x 20 centímetros.
Con las manos se hacen bolitas de unos 3 a 4 centímetros de diámetro, se colocan sobre la bandeja y con un tenedor enharinado o con los dedos enharinados, se aplastan hasta tener forma circular y un espesor uniforme de 1/2 centímetro. Deben quedar bastante separadas, unos 3 centímetros, pues se extienden al hornearlas.
Se lleva la bandeja al horno y se hornean por 30 minutos o hasta dorar. Se saca la bandeja del horno e inmediatamente se despegan las catalinas de la bandeja con una espátula de metal.
Catalinas. En:
http://www.venezuelatuya.com/cocina/catalinas.htm
CATALINAS
INGTREDIENTES
1/2 kilo de harina de trigo
125 gramos de mantequilla (una barra)
1/2 kilo de papelón
1 cucharadita de pimienta dulce en polvo
1 cucharadita de bicarbonato

PREPARACIÓN
Se hace un melado que quede espeso con el papelón. Se retira del fuego y se le agrega la mantequilla y la pimienta dulce. Luego se le va agregando la harina mezclada con el bicarbonato hasta formar una masa suave. Se coloca en una tabla o latón enharinado, se estira hasta que este bien delgada y se corta con un cortapasta redondo de tamaño mediano, se aprieta con el dedo la orilla para formar el borde y se colocan ligeramente separados unas de otras en bandejas previamente engrasadas y enharinadas, se cocinan a 300ºF hasta que estén tostaditas.
Catalinas. En:
http://www.infowarehouse.com.ve/pugoz/cocina_venezolana/receta-cat.htm

domingo, 19 de julio de 2009

EUFRASIO MOSQUEDA: FIDELIDAD Y DEVOCIÓN

María de Jesús Romero de Matute

El San Carlos de mis primeros años de vida se ubica alrededor de finales del primer tercio del siglo XX: los famosos años treinta, a orillas de aquel otrora caudaloso río Tirgua que serpenteaba por el llamado Paso Los Motores, quizás por su relativa cercanía a la planta eléctrica. Y serpenteaba y fluía pausado y rítmico hasta el Paso de las Negras, quizás por las muchachas que se bañaban como Dios las trajo al mundo en la llamada “zona para mujeres”, pues así se había delimitado, y corría raudo y veloz hacia Los Colorados, pasando primero por Puerto Escondido.
De lado y lado, una mezcla de plantas tropicales, donde resaltaban las famosas malangas, que tanto tiempo adornaron los corredores de aquellas casonas de adobe.
De allá del Paso de las Negras venía aquella figura menudita, de un poco más de metro y medio de estatura, camisa blanca tapando la camiseta y pantalones de kaki montados sobre las alpargatas con capellana tejida por Candelaria Machado. Ahora lo evoco como si tuviera algún problema en su desarrollo psico – somático. Eufrasio (1) era travieso, de ojos achinaditos, envejecido prematuramente, supongo por su faz cruzada de arrugas y líneas de expresión, como les dicen ahora. Hablaba poco, casi con monosílabos. No olvido su “¡Uh!”, que utilizaba como expresión que bien podía significar buenos días, buenas tardes, gracias.
Repito, era travieso y juguetón, adicto a las maldades piadosas con los niños y niñas, como pellizcos y marcar nuestras vestimentas o nuestra cara con lo que estuviera trabajando: agua, harina o hacernos “tatuajes” con borra de café o barro, en el peor de los casos. “Eufrasio, Eufrasio, deja esa muchachita quieta…mira como me la pusiste”, se quejaba a cada rato mi mamá Gracia. Más de una vez corrí a refugiarme en las faldas de mi mamá Gracia, llorando a gritos, cuando me marcaba la cara o la falda con barro. Entonces Eufrasio (2) saltaba, corría y se escondía detrás de la inmensa mata de mango de la Casa Grande.
Hoy lo recuerdo y pienso que era un ser humano mezcla de fidelidad y devoción, como sinónimo de lealtad. Nació, creció y murió muy anciano con los Marvez. No se casó y creo que no tuvo hijos. Quizás Eufrasio aprendió lo que había padecido muchas veces sin saberlo: se puede ser fiel y leal a la misma vez y con todas, con el mismo dolor, sin traicionar a ninguna. Para él su fidelidad y su lealtad eran profundas y complejas. No sé si sería gratitud por haber sido acogido en la Casa Grande, únicamente por un techo, comida y un estreno de ropas el Martes Santo, el Martes Grande de Jesús Paciente, que en solitario permanecía trescientos sesenta y cuatro días con sus noches en el Cuarto del Santo. Quizás no supo vivir ni un momento sin los Marvez o sin pensar en ellos. ¡Cuánto pensaría cuando arrastraba desde el Paso de las Negras aquellos inmensos toneles o barriles hasta la Casa Grande desde las seis de la mañana hasta el anochecer aguando los tanques de la Casa Grande!
Del Paso de las Negras, lógicamente de la zona de varones, Eufrasio caminaba mucho, dos o tres kilómetros entre malangas de todas clases y de todos los contornos, de verdes aferrados a unos inmensos samanes, y pasaba todos los días, no sé cuántas veces al día, por la casa de la Cruz Verde. Sudoroso, jadeante, no sin antes haber estado frente a la casa de los Salazar. Después de la Cruz Verde y de surtir los tanques de la Casa Grande, Eufrasio se dirigía a la tienda de la calle Real, desde donde mi papá José Antonio le gritaba: “¡Apúrate, Eufrasio, que el tanque va menos de la mitad y va a llover!”. La advertencia de lluvia era un seguro chapalear de barro y más esfuerzo para terminar aquella tarea casi de esclavos.
Mi papá José Antonio seguía usando, con la compostura de sus mocedades, el traje entero de lino o de kaki, siempre beis (castaño claro) o siempre blanco para el diario, con su chaleco de seda atravesado por la leontina de oro que había traído de Caracas, pues en San Carlos no hubo joyerías hasta la década de los sesenta.
Al llegar a la vejez, siempre travieso y malo, en el mejor sentido de la palabra, no pudo más con los toneles ni con los barriles y se hizo jardinero y desyerbador de aquel inmenso patio de la Casa Grande lleno de suculentas guanábanas, mandarinas, toronjas y cambures y aquel mango grandote que nos servía de escusado y al que los cochinos corrían desesperados al encuentro cuando nos veían de pie o en cuclillas limpiarnos con las hojas más grandes del mango manzano. Después que me casé llegaba a la casa donde viviera (en la calle Sucre, Alegría o Miranda), a desyerbar los patios, a llevarme mangos, nísperos o guanábanas, y en diciembre las fabulosas toronjas para hacer el codiciado dulce de Navidad.
Eufrasio murió en los años sesenta, tal y como había vivido, en silencio y sin molestar a nadie. Un día amaneció muerto en su catre y todos lo despedimos agradeciendo a Dios haber conocido a un ser humano que nos hizo disfrutar aún más los años de nuestra niñez, llena de descubrimientos, asombros y ternura. Y un pequeño homenaje a esos inmensos trabajadores llamados en aquella época "los agüeros".
(1) Eufrasio (varón apostólico)
San Eufrasio fue uno de los siete varones apostólicos.
Patrón de la Diócesis de Jaén desde comienzos del siglo XVII.
Reconocimientos
San Eufrasio era un santo de gran renombre en la población de Andújar, en la provincia de Jaén (España) y especialmente en el Valle del río Mao, en la provincia de Lugo, donde está enterrado el santo, en la parroquia Santa María do Mao, en el municipio de O Incio.
Los habitantes de este lugar celebran la Fiesta Mayor en honor del Santo el 15 de mayo con gran devoción.
En: http://es.wikipedia.org/wiki/Eufrasio_(varón_apostólico)

(2)SIGNIFICADO DE EUFRASIO
Origen: latino Significado: Del río Éufrates, en Mesopotamia.
Festividad: 15 de mayo
Personalidad: Ante el futuro siente un fuerte temor o miedo. Es una persona muy fácil de sugestionar. Su poder de penetración y fuerza personal le hace adelantarse con frecuencia a la prestaciones cotidianas que le son demandadas. Posee una mente expansiva. Se apoya en su gran magnetismo personal para conseguir popularidad.En: http://www.pergaminovirtual.com.ar/nombres/eufrasio.html

domingo, 12 de julio de 2009

COLUMBA MÉNDEZ

María de Jesús Romero de Matute

Columba Méndez fue una dama tinaquera de alta estirpe, hermana de doña Lucía Méndez de Sosa y de Lastenia Méndez de González; tuvo otros hermanos a quienes no conocí. Su papá fue el doctor Manuel Méndez, farmaceuta. Mi esposo, Luis Manuel, se crió con la familia Méndez; su mamá, doña María, al cumplir nueve años, llevó a Luis Manuel casa de los Méndez para que el doctor Manuel lo empleara en su farmacia.
Doña Lucía se casó con don Bernardo Sosa y fueron padres de Clotilde, Lastenia, Ñeñé, Francisco (Paco) y La Titina. Dicen que Clotilde fue Miss Cojedes en los años 30. Don Bernardo era hermano de monseñor Sixto Sosa (1), primer obispo de Cumaná, quien fue uno de los fundadores, junto con la Beata Hermana Candelaria (1) de San José, de la Congregación de Hermanas Carmelitas (2), a principios del siglo XX. Doña Lastenia Méndez de González se casó con don Eugenio Mariano González Padilla y fueron padres de Eugenio Mariano (Marianito) y Felipe, amigos de mi esposo Luis Manuel. Don Eugenio Mariano era hermano de Eloy Guillermo González Padilla (3 y 4), quien fue escritor e ingeniero. Muchas instituciones educativas en el país llevan como epónimo el nombre de este ilustre tinaquero. En San Carlos está el Liceo Eloy G. González.
Conocí a Columba en San Carlos en el año de 1942, cuando llegué de El Potrero para desempeñarme como profesora de la Escuela de Labores Femeninas, de la cual ya era directora. Recuerdo que yo tenía diecinueve años.
Columba se casó con Francisco Lerzundy, comerciante de Lagunitas; luego de años de matrimonio se divorciaron y él se casó nuevamente con la maestra Rosa Elena Pérez Quiñónez, directora del Colegio Miguel Palao Rico. La escuela de labores estaba situada en la calle Alegría, entre Miranda y Figueredo. Luego de vivir Columba, la ocupó la familia Morrinson.
Columba vivía solita en ese caserón de la escuela de labores que, como todas las casas de la época, constaba de un anteportón o zaguán, una puerta de madera, un corredor en forma de ele, dos habitaciones que daban hacia la calle con grandes ventanas. A la mano derecha, luego del corredor, el comedor; finalmente la cocina. A la mano izquierda, al lado del corredor dos habitaciones más. Un jardín en el centro lleno de malangas y capachos. Por supuesto, el patio de atrás con una inmensa mata de mango, otra de lechosa y las hierbas de siempre. El escusado al final del patio, a la derecha.
Los muchachos le decían Columbita, porque era menudita y delgadita pero de intenso carácter. Era una mujer muy culta y educada. Rosarito de Sanoja le enviaba la cena todos los días y ésta desaparecía porque los muchachos se la comían. Ya estaba divorciada de Francisco Lerzundy. Columba no tuvo hijos. Y tocaba muy bien el piano.
Ese año de 1942 quisimos hacer una velada para el día de la Inmaculada Concepción. Pero en el desarrollo de los ensayos, el director de la Cruz Roja solicitó que la velada fuese para recabar fondos que pudieran ser utilizados en la compra de la lámpara del quirófano. Presentamos el Coro Rondo de Enamorados de la zarzuela La del soto del parral (5). Fue el padre Palao quien nos sugirió montarla. El padre Palao tocaba órgano y piano, y se echaba su palito de ron antes del ensayo: “sólo dos deditos de ron”, decía el padre, pero entre el meñique y el índice. Y acompañaba a Columba en los ensayos diciéndonos cómo debíamos bailar y mover nuestras faldas, bailando y agitando su sotana. Yo me encargué del vestuario de todos los actores y canté en el grupo de las mozas. También presenté un monólogo (6).
Luego presentamos veladas en Tinaco y Tinaquillo. Alguien sugirió que debíamos viajar a Valencia a presentar la velada, pero nos dio un poco de temor y no lo hicimos, pues sabíamos que el público valenciano era muy exigente y temíamos que no les gustara.
La compañía duró cuatro años, hasta que me casé.
En los años sesenta, Columba nuevamente presentó una velada con varios números, entre ellos La del soto del parral. Otro de los números fue el Himno de las Américas (7), interpretando nuestra queridísima Gloria Torres Rodríguez a la Libertad con un vestido blanco precioso, estilo griego y portando una antorcha. Hasta efectos especiales se produjeron en esa velada. Gloria Torres se casó con el sub-teniente de la guardia nacional Régulo Andrade Román (quien llegó a general)con quien tuvo varios hijos. Es la madre de la periodista Claudia Andrade Torres y hermana de Emma (+), Luis (Chicho) (+), Ninina (+), y Maximiliano (Papan) (+).
Columba fue una mujer adelantada a su tiempo, sensible, apasionada, amante de las artes escénicas y precursora del teatro en Cojedes. Espero que algún día el pueblo de San Carlos o el pueblo de Tinaco reconozca las virtudes de esta hermosa dama y una calle, un colegio, una plaza o el grupo de teatro del Estado lleve su nombre.

(1) Susana Paz Castillo Ramírez, en religión Madre Candelaria de San José, nació en Altagracia de Orituco (Estado Guárico) el 11 de agosto de 1863; hija legítima de Francisco de Paula Paz Castillo y María del Rosario Ramírez. Su padre era un hombre recto y honrado, de gran corazón y profundamente cristiano, gozaba del aprecio y estima de todos los habitantes, poseía conocimientos de medicina naturista y los empleaba para ayudar a mucha gente que solicitaba sus servicios.
Su madre era una persona piadosa, trabajadora y honrada. Tanto ella como Don Francisco brindaron a sus hijos una educación tan esmerada como lo permitían las circunstancias de su tiempo. En el aspecto cristiano fue óptima, le infundieron el ejemplo y la palabra, la solidaridad y la responsabilidad en las prácticas de la fe cristiana y valores humanos. En el aspecto intelectual muy poco le podían brindar. Aprendió a leer, escribir y toda clase de corte y confección especialmente bordados. Su padre muere un 23 de noviembre de 1870, cuando Susana contaba con 7 años. Su madre muere el 24 de diciembre de 1887 cuando Susana tenía 24 años y asume las responsabilidades de diligente ama de casa; a la vez que se encarga de practicar la caridad con los enfermos y heridos que recogía y cuidaba en una casa semi-abandonada, adjunta a la Iglesia Parroquial. En 1903, con la llegada del Padre Sixto Sosa y asesorado con algunos médicos de la localidad, deciden la creación de un hospital y proponen a Susana como directora del mismo.
En el Hospital "San Antonio" se recluye para cuidar de los enfermos, junto con otras jóvenes que la acompañan, todas con el deseo de abrazar la vida religiosa. El 13 de septiembre de 1906, con autorización del Obispo diocesano, viste el hábito de las Hermanitas de los Pobres y Susana cambia su nombre por el de Candelaria de San José. El 31 de diciembre de 1910, nace oficialmente la Congregación con la profesión de las primeras seis hermanas, en manos de Mons. Felipe Neri Sendrea, quien confirma a Madre Candelaria como Superiora General de la Congregación. En diciembre de 1916 emitió sus votos perpetuos en manos del Padre Fundador, en Ciudad Bolívar. Madre Candelaria era una religiosa de carácter afable, recogida, de baja y modesta mirada; siempre dejaba suavidad en cuantos la escuchaban cuando departía su cordial y amena conversación.
Dos cosas llamaban poderosamente la atención en ella: su profunda humildad y su inagotable caridad. Tenía una gran sensibilidad ante la desgracia ajena, no tenía un "no" para nadie, sobre todo cuando se trataba de los enfermos pobres y abandonados. Otra característica de su entrega era la alegría; todo lo hacía con amor y una confianza sin límites en la Divina Providencia. Sus grandes amores fueron Jesús Crucificado y la Santísima Virgen. Recorrió muchos kilómetros en busca de recursos para el sostenimiento de sus obras; y fundando nuevas Comunidades que respondieran a las necesidades del momento. Gobernó la Congregación durante 35 años desde su fundación hasta el Capítulo General de 1937, en el que la sucede en el cargo la Madre Luisa Teresa Morao. Fueron 22 años como Hermanitas de los Pobres de Altagracia y 12 años como Carmelitas.
Los últimos años de Madre Candelaria fueron marcados por el dolor de la enfermedad, no obstante, después de dejar el cargo de Superiora General, acepta seguir prestando sus servicios a la Congregación como Maestra de Novicias
Ella tiene plena conciencia de su enfermedad, pero con increíble paciencia soporta los dolores y da pruebas de conformidad con la voluntad de Dios. Pedía al Señor poder morir con el nombre de Jesús en los labios, y así fue. En la madrugada del 31 de enero de 1940 le dio un vómito de sangre, y ella, pronunciando por tres veces el nombre de Jesús, entregó su alma al Creador. Su causa de Beatificación ha sido introducida en Roma para la Causa de los Santos.
Monseñor Sixto Sosa Díaz nació en Tinaco, Estado Cojedes el 20 de Octubre de 1870.
Estudió sus primeras letras en su ciudad natal y en 1881 fue llevado a Trinidad para culminar sus estudios.En 1887 ingresa al ""Seminario Josefino de Calabozo"". Fue ordenado sacerdote el 22 de Diciembre de 1894 en la Catedral de Calabozo.
El 17 de Febrero de 1903 llega a Altagracia de Orituco en calidad de párroco y emprende allí una fecunda labor que cautiva la atención de sus superiores.En Mayo de 1914 fue nombrado Administrador Apostólico de Guayana y consagrado Obispo de Titular de Claudiópolis el 31 de Octubre de 1915 y en 1923 toma posesión de la nueva Diócesis de Cumaná, diócesis que regirá durante 20 años hasta su muerte acaecida en Caracas el 29 de Mayo de 1943.Fue Monseñor Sixto Sosa un auténtico hijo de los llanos venezolanos, de contextura recia, temple firme y rostro sonreído. Era austero y con ánimo emprendedor que le hacía apto para la ardua misión que le confió la Providencia. Era un ""hombre de Dios"". Todo lo refería a Dios, quien era inspirador o móvil último de sus actos.
Sus trabajos apostólicos, tanto en Altagracia como después en la dilatada diócesis de Guayana, son un testimonio vivo de su total entrega al servicio de Dios y en bien de los demás. Fue el amor hacia los demás que le impulsó a promover tantas obras en bien de la humanidad: hospitales, ancianatos, colegios y, para asegurar la continuidad de estas obras, fundó la Congregación. Las obras que promovió y en las que invirtió sus haberes, hablan de su profunda caridad encarnada en las necesidades del medio en que le tocó vivir.

(2) La Congregación de Hermanas Carmelitas de Madre Candelaria nace al sur de la Cordillera de la Costa, en la ciudad de Altagracia de Orituco, Estado Guárico, en el año de 1903, para dar respuesta a las múltiples necesidades de la sufrida Venezuela agraria, desasistida de los centros de poder; abandonada a su suerte y donde todo era precario: servicios, comunicaciones, comercio, etc.
A esto se une la Guerra Libertadora (lucha interna entre caudillos por el poder) que va dejando un sin número de enfermos y heridos.
Susana Paz Castillo, joven gracitana de profundos valores cristianos se siente interpelada por esta situación y comienza a prestar sus servicios de asistencia a estos pobres abandonados.
El Padre Sixto Sosa, joven y entusiasta sacerdote es nombrado párroco de esa localidad. Con él se inicia una nueva etapa en la historia de Altagracia de Orituco y se gestan los comienzos de la Congregación.
El nuevo párroco inicia un trabajo solidario de acción social. Se crea una Junta, de la cual forman parte algunos médicos de la localidad, el Padre Sixto Sosa y otros colaboradores.
Surgió la idea de crear un hospital y como responsable de dicha obra queda Susana Paz Castillo. A ella se unieron otras jóvenes que más tarde se incorporaron a la naciente Congregación. Con la inauguración de este hospital “San Antonio”, nace definitivamente la Congregación, que con la valentía y coraje que animaban al P. Sixto Sosa y a Susana, van emprendiendo esta obra que se extiende por varios estados del Oriente del país.
Años más tarde, ante la incertidumbre existente por parte del obispo de Calabozo de que la Congregación pudiese funcionar como Instituto Religioso con su debida aprobación canónica, se gestionó la Agregación a la Orden del Carmen.
En el año 1922, llegan a la Isla de Margarita los Padres Carmelitas y éstos, por petición de la Madre Candelaria, se interesan en la formación y animación de las Hermanas; hecho este que fortalece el deseo de las Hermanas de ser Carmelitas. El Padre Elías Sendra inicia las comunicaciones de solicitud con el Padre General de la Orden del Carmen y éste concede el decreto de agregación el 25 de marzo de 1925.
En el siguiente enlace se obtiene más información sobre la Beata Hermana Candelaria de San José:
http://madrecandelariadesanjose.blogspot.com/


(3) ELOY GUILLERMO GONZALEZ PADILLA

Tinaco, estado Cojedes (25/06/1873)
Caracas 17/07/1950

Escritor, ingeniero, periodista, pedagogo, historiador y político. Fueron sus padres el general Eugenio Mariano González y Ramona Padilla. Realizó estudios de primaria en el colegio Bolívar de Tinaco, y en la Escuela Federal que dirigía en la esquina El Hoyo, en Caracas, Gaspar González. En Valencia, frecuentó las aulas del colegio Carabobo, donde cursó el bachillerato; en esta ciudad, se inicia en 2 actividades que cultivó a lo largo de su existencia: el periodismo y la pedagogía. En este sentido, colabora en la prensa local y funda en 1889, junto con Rafael Tovar, El Estudiante, en cuyas páginas publica sus primeros trabajos; y dicta clases en el propio colegio Carabobo, a los alumnos de cursos inferiores, lo mismo que en el colegio Ramírez. Concluidos sus estudios de secundaria, se traslada a Caracas, donde emprende su formación universitaria, obteniendo en 1894 el título de ingeniero civil, profesión que prácticamente no ejerció. En 1891, había publicado su primer libro, Estudios; en 1892, ingresa en el cuerpo docente de la Escuela Politécnica, dirigida en ese entonces por Luis Espelozín. En ella regentó la cátedra de Historia Universal y de Historia de Venezuela.
Gracias a Arístides Rojas, se convirtió en colaborador del diario La Opinión Nacional. En 1894 polemiza sobre literatura venezolana con el académico Julio Calcaño, al asumir la defensa de jóvenes literatos, como José Gil Fortoul, Lisandro Alvarado y Luis López Méndez, a quienes considera injustamente tratados por Calcaño; sus artículos se publican en las columnas de El Republicano, diario político que dirigía y redactaba el periodista Luis Ramón Guzmán; esta polémica dio fama a su nombre y le abrió las puertas de la revista El Cojo Ilustrado, de la cual llegó a ser asiduo colaborador y uno de sus redactores. En 1895, fue nombrado secretario del Centro Científico-Literario de Caracas, lugar donde comparte responsabilidades con Manuel Revenga, Alberto Smith, Nicomedes Zuloaga, César Zumeta, Andrés Mata, Pedro Emilio Coll y otros. En los inicios de 1896, viaja hacia las naciones meridionales, investido con el cargo de secretario de la Legación venezolana en Brasil y luego como correo de gabinete en los gobiernos del sur. En 1897, regresa al país y le trae al presidente Joaquín Crespo, un contrato para surtir de ganado en pie a los estados del norte de Brasil. Luego de esto vuelve a su labor periodística y es nombrado director de Telégrafos del Ministerio de Fomento, empleo que dejó de ocupar tras la muerte del general Crespo en el combate de La Mata Carmelera (1898).
En septiembre de 1898, entabló amistad con el general Cipriano Castro quien había venido de los Andes a entrevistarse con el presidente Ignacio Andrade; Castro lo puso en conocimiento de sus intenciones revolucionarias y lo invitó para que le prestase apoyo, mediante contactos con la gente de Cojedes predispuesta a la guerra. En este sentido, González viajó a su tierra natal y reunió voluntarios que pronto se sumarán al ejército invasor. Triunfante la Revolución Restauradora (octubre de 1899), González es llamado a ocupar la Secretaría general de la Presidencia de la República. A González se le atribuye la redacción de la proclama del 9 de diciembre de 1902, emitida con motivo de la agresión de la armada anglo-alemana contra el puerto de La Guaira y que empieza con la célebre frase: “... La planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria...” En 1905, ingresa al cuerpo docente de la Universidad Central de Venezuela, donde regenta la cátedra de Anales Patrios. Ocho de estas lecciones son publicadas, en 1907, en los Anales de dicha institución. Su vasta producción literaria se encuentra en diversos periódicos y revistas: El Constitucional, Atenas, Venezuela Contemporánea, Actualidades, El Nuevo Diario, Cultura Venezolana, Sagitario, Élite, Billiken, Arte y Labor, El Heraldo, La Esfera, El Universal, etc. Fue senador por el estado Cojedes (1929). Su trayectoria de educador abarcó más de 50 años, Cuando fue jubilado en 1941, regentaba la cátedra de Historia y Geografía de Venezuela (2° año) en el Instituto Pedagógico de Caracas, y la de Historia Interpretativa Documental de Venezuela, en la Escuela Normal. Su preocupación educativa y su vocación de historiador están igualmente presentes en su libro Instrucción Cívica y en los 3 tomos de su Historia de Venezuela. Fue individuo de número de la Academia Nacional de la Historia (16.5.1909) y de la Academia Venezolana de la Lengua (16.11.1932).
En: http://www.venezuelatuya.com/biografias/eloy_guillermo_gonzalez.htm
(4) En el centenario del Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes (1). (Estudios).
Publication: Montalbán
Publication Date: 01-JAN-00
Author: Alcibiades, Mirla
COPYRIGHT 2000 Universidad Católica Andrea Bello

RESUMEN
En 1995 se cumplió el primer centenario del Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes. Como en todo libro fundamental, éste guarda una historia que le antecede y que le continúa. En estas páginas se la organiza. Por esa razón, se presentan las tres etapas que dan cuenta de ese proceso. En primer lugar, la reconstrucción de las circunstancias que sirvieron de génesis para su preparación. En segundo lugar, la fase de elaboración del mismo. En tercer lugar, la recepción que tuvo el que, a juicio de muchos, constituye uno de los esfuerzos editoriales más encomiables de los que se produjeron en Venezuela durante la pasada centuria. PALABRAS CLAVE
Primer Libro Venezolano, positivismo, siglo XIX, Jesús María Herrera Irigoyen, Julio Calcaño, Eloy G. González. ABSTRACT In 1995 it was completed the first centennial of the First Venezuelan Book of Literature, Sciences and Fine Arts. As in all fundamental book, this one holds a historic precedent and a historic continuance. In these pages this concept is organized; because of these reason, the three stages that sum up this process are shown here in detail. First, the re-enactment of the circumstances which served as genesis of the project. Second, the elaboration stage of the project itself. Third, the warm reception with which it was welcomed that, according to many, constitutes one of the most appreciable editorial efforts that has been produced in Venezuela during the last decade. KEYWORDS First Venezuelan Book, Positivism, XIX century, Jesus María Herrera Irigoyen, Julio Calcaño, Eloy G. González. 1. UN CENTENARIO Y UN OLVIDO
Para la edición de El Cojo Ilustrado correspondiente al 1 de enero de 1896, su director-fundador, Jesús María Herrera Irigoyen, concibió la idea de regalar a sus lectores con un impreso cuyo rasgo definidor podría ser conceptuado de exquisita elegancia. El propósito manifiesto era la celebración del cuarto aniversario de la revista. Ese número reprodujo, en tamaño reducido, los manuscritos que los colaboradores nacionales del quincenario enviaron por expresa solicitud de la dirección. Los cuidados, finos y elegantes trazos caligráficos iban acompañados de una pequeña fotografía del autor, inserta en el ángulo superior izquierdo del recuadro. El resultado que obtuvo Herrero Irigoyen fue una realización material tan inobjetablemente lograda que recibió los más prodigados elogios por parte de la prensa caraqueña de aquel entonces. En total sumaron trescientos diecisiete autógrafos, que representan la opinión sobre cultura y literatura de los nombres más selectos que nutrían la vida intelectual venezolana de finales de siglo. De todas las colaboraciones que fueron enviadas a Herrera Irigoyen, quiero recuperar en este momento la que lleva la firma de César Zumeta, porque viene a propósito para esta ocasión. Una parte del manuscrito de Zumeta dice así:
El Cojo Ilustrado pasa hoy revista á la legión de los llamados; la posteridad la pasará un día al grupo de los elegidos: y dijérase que de entre la brillante desfilada de tantas esperanzas y de tanta noble ambición se oye surgir el clamor del antiguo circo: ¡Oh, Tiempo! los que van á ser olvidados, te saludan (p. 73) (2)
1.1. En 1995 se cumplió el centenario del Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes y tal parece que en ésta, como en otras oportunidades, se irguiera amenazante el terrible clamor que sobrecogía la esperanza de Zumeta. Y sostengo lo dicho porque para quienes esperábamos los actos, homenajes y/o recordatorios que se acostumbra prodigar en estos casos, fue ingrata la experiencia de advertir el silencio tan denso --así como inexplicable-- que rodeó esa fecha aniversaria. Ante ese desalentador panorama, quise colocarme al margen de tanta pasividad silente. Es decir, me propuse ejecutar el gesto decidido de quienes, como en el antiguo circo romano, oficiaban el saludo de respeto y reconocimiento.
El primer asunto a dirimir surgió de inmediato: el enfoque que debía caracterizar mi propuesta, ¿Optaba por inscribir mi intento en el grupo de los discursos encomiásticos de ocasión, cargados de frases y adjetivos altisonantes?, ¿favorecía el elogio sin cortapisas o, más bien, privilegiaba otro tipo de intento? Esta última salida me pareció la apropiada. Convencida de la legitimidad de esta orientación, en estas páginas quiero actualizar el sentido que, entiendo, debe servir de soporte a una reflexión que nace como acto recordatorio: estudiar la figura o, como en este caso, el discurso objeto de homenaje en su significación histórica.
Para cumplir con ese objetivo, intento canalizar este propósito en tres etapas bien determinadas: la reconstrucción de las circunstancias que alimentaron el proyecto, la fase de preparación del mismo y, finalmente, la recepción que tuvo el que, a juicio de muchos, constituye uno de los esfuerzos editoriales más encomiables de los que se produjeron en Venezuela durante la pasada centuria. 2. MÚLTIPLES REQUISITORIAS CONTRA EL SECRETARIO PERPETUO DE LA ACADEMIA VENEZOLANA DE LA LENGUA
En lo que se refiere al primer propósito: reconstruir las circunstancias que contribuyeron a concebir el proyecto, conviene recordar que, efectivamente, el Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes tuvo unos antecedentes muy puntuales, que bien merece la pena se les recupere en este instante. Hasta donde alcanza mi información, esos antecedentes no han sido reconstruidos satisfactoriamente por nuestra historiografía cultural y literaria. Por tal motivo, me parece que resulta una justificación adecuada para un intento como éste que, concebido como homenaje, nos va a permitir adentramos en esa infrahistoria.
2.1. Sucede que el año anterior a la publicación de esta obra --en febrero de 1894 para ser exacta-- el narrador, poeta, gramático, crítico e historiador literario, Julio Calcaño, había publicado en el Diario de Caracas el trabajo que tituló "Estado actual de la literatura venezolana". En ese discurso quiso atender la solicitud que le formulara F. de la Fuente Ruiz, editor del Repertorio de Literatura Hispano-Americana (de España), de elaborar una "reseña del movimiento literario de Venezuela en los presentes días". Esas eran las palabras introductorias del texto que apareció en ocho entregas (3), entre el martes 20 y el miércoles 28 del citado mes, ambos inclusive.
Las reacciones a que dio lugar el escrito de Calcaño se produjeron de forma casi inmediata. Los conceptos emitidos por éste levantaron una polvareda donde se dijeron y se cruzaron muchas opiniones. Las páginas periódicas de ese año --sobre todo las de El Republicano, El Tiempo y, desde luego, el Diario de Caracas-- se convirtieron en el canal privilegiado a través del cual se dispararon los más feroces dardos contra el autor de la citada reseña. Se argumentaba que la posición de Calcaño era inaceptable vista su actitud marcadamente parcial en algunos casos, e injustificadamente censora en otros. Se decía que aplicaba un criterio de inclusión y exclusión de nombres francamente divorciado de los hechos concretos. En fin, se manifestaban muchos desacuerdos con la mayoría de las opiniones allí expresadas. No cabe duda que entre el cúmulo de protestas que se juntaron en contra del ilustre Secretario Perpetuo de la Academia Venezolana de la Lengua, las que alcanzaron mayor virulencia fueron las publicadas desde el diario El Republicano de Luis R. Guzmán y Antonio Valero Lara (4). Sin lugar a dudas, un inusual protagonista llevó la voz cantante en este enfrentamiento contra Calcaño: el veinteañero Eloy Guillermo González (1873-1950). De hecho, le correspondió a este joven escritor abrir la contienda a partir del mes de marzo --pocos días después de conocerse públicamente el resumen citado-- desde las páginas del referido diario. Fue una larga cadena de artículos, notas y opiniones que me parece necesario reseñar en este momento porque, en su mayoría, son desconocidos por el lector actual; no obstante, me voy a excusar de comentar esos discursos en beneficio de la brevedad.
La primera entrega, salida de la prolífica mano de Eloy G. González, fue "La actual literatura venezolana", texto aparecido el 12 de marzo y completado en las ediciones del diario del 13 y 15 del mismo mes. No obstante, debo señalar que él no fue el único en oponerse al académico. Al día siguiente (el 16) la mencionada publicación incluye otro escrito, esta vez sin firma, titulado "Literatura venezolana", cuyo autor no puede ser otro que el Director y Redactor del diario, Luis R. Guzmán, porque un comentario del escrito compromete definitivamente la responsabilidad de la redacción de El Republicano. Lo dicho se aprecia cuando, en determinado momento, se le dice al lector lo siguiente: Pues bien: ahora se han acercado a ésta redacción varios literatos, á instarnos á que provoquemos una reunión de escritores, con el objeto no de refutar al señor Calcaño, sino de escribir al señor de la Fuente Ruiz editor de la Revista ya citada, una carta firmada por muchos, en que se llenen las omisiones del Secretario perpetuo, se rectifiquen algunos juicios erróneos, se muestre mejor parado nuestro estado literario y la honra patria en el lugar de donde nunca debió bajada quien tenía la responsabilidad y el deber de acatarla.
De manera, pues, estamos comprobando que la reacción individual de E.G. González, muy pronto, comenzaba a adquirir las características de un movimiento de proporciones mayores. Ello explica la significativa lista de interlocutores, probablemente no deseados por Calcaño, que se sintieron llamados a valorar lo que éste había escrito. Durante el mes de marzo es obligación, como ya he asomado, mencionar recurrentemente el nombre de Eloy González. En efecto, lo vamos a seguir encontrando muchas veces después del 12 de marzo. En la edición del 19 de ese mes se inserta su próxima reflexión, la que titula "Los recusados de Julio Calcaño". En cierto momento el autor hace el comentario que sigue: "Esos jóvenes tan desdeñados por el señor Calcaño (...) nos proponemos inaugurar el SALON LITERARIO con los que ha recusado el señor Calcaño en la causa de las letras patrias". El 21 de marzo, decide ampliar el título que había utilizado para su artículo anterior ("Los recusados de Julio Calcaño"), como una manera de anunciar su intención de llenar los "vacíos" dejados por el académico. El enunciado que encontramos ahora es, pues, más puntual, "Los recusados del señor Calcaño. Luis López Méndez". El 28 da a conocer "Los recusados del señor Calcaño. Doctor Lisandro Alvarado". El día 26 del mismo mes los lectores de El Republicano encuentran una "Reivindicación del verdadero estado de las letras patrias", que aparece bajo la responsabilidad del Redactor. La idea central que propone Luis R. Guzmán se formula de esta manera:
Con el objeto de organizar los trabajos relativos á la reivindicación de los fueros de la literatura nacional, el Redactor de El Republicano invita para una reunión general pasado mañana miércoles, á las cuatro y media de la tarde, en la oficina del periódico.
Entre otros propósitos, la reunión tenía por objeto llevar a cabo el nombramiento de la Junta Directiva (5) que se responsabilizaría de ese trabajo de coordinación, al tiempo que buscaba: "Designar los escritores que han de tratar especialmente las diferentes materias de nuestra literatura" (6). Como se advierte, la iniciativa original que tuvo Eloy G. González de inaugurar un Salón Literario adquiría una dimensión más amplia en la propuesta del Redactor de El Republicano.
Es evidente que la idea de asociarse surge al mismo tiempo como proyecto de dos generaciones. La primera, la de los bisoños, los estudiantes de la Universidad, al frente de los cuales fulgura la pluma de Eloy Guillermo González. La segunda, la de los intelectuales en la medianía de edad (alrededor de los 40 y 50 años), en su mayor parte graduados universitarios (Adolfo Frydensberg era doctor en medicina; Alejandro Urbaneja, doctor en Ciencias Políticas; Rafael Fernando Seijas y Nicomedes Zuloaga, doctores en derecho civil, etc.) o, cuando menos, en el ejercicio de alguna profesión (como el director de El Republicano y Carlos Pumar, cada uno al frente de un periódico; Eugenio Méndez y Mendoza, o Pedro Manrique, fundador de la Escuela de la Verdad). Son estos últimos los que, en definitiva, organizan el trabajo colectivo y los que tomarán las riendas en la etapa de elaboración del libro cuyo centenario invoco.
2.2. En esa idea espontánea, sin contornos definidos, se encuentra el origen de la Asociación Venezolana de Literatura, Ciencias y Bellas Artes. La idea surgida de una mente juvenil como una manera de paliar las limitaciones de un trabajo de reflexión histórica-literaria, es retomada y cargada de un sentido...
En: http://www.accessmylibrary.com/coms2/summary_0286-32220916_ITM

Nota: Varias obras de Eloy Guillermo González Padilla están en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de América:
http://www.loc.gov/fedsearch/index.tkl?PHPSESSID=0245fa3ce77e1d02fbc55b35cd64e739&cclquery=Eloy+G+Gonzalez&targets%5B%5D=catalog&targets%5B%5D=recommend&Search=Search
(5) (1) LA DEL SOTO DEL PARRAL. CORO: RONDO DE ENAMORADOS
Mozas. (dentro) La, la, la, la, la, la.
Al fin de la faena busco a mi mozo
que quiero la alegría más que el reposo;
porque en amores, madre, piensan las mozas,
que en horas de descanso
no se reposa, no se reposa. (saliendo)
¿Dónde estarán nuestro mozos,
que a la cita no quieren venir,
cuando nunca a este sitio faltaron
y se desvelaron por estar aquí?
Si es que me engaña el ingrato,
y celosa me quiere poner,
no me llevo por él un mal rato,
ni le lloro, ni le imploro,
ni me importa perder su querer.
Mozos. (saliendo sin ser vistos
y enlazándolas por el talle)
Ya estoy aquí, no te amohínes, mujer,
que has de tener fe ciega en mí.
Te quiero, mi moza garrida,
segoviana de mi vida; sin ti no sé vivir.
Mozas. No he de dudar cuando te cases, mi amor;
me ha de curar la bendición.
¡Ay, mozo!,
soltera no hay reposo;
el día que nos casemos
se acaba mi desazón.
Mozos. Tiempo nos queda, zagala,
de poder en la boda pensar;
disfrutemos la vida de mozos,
que para amarrarnos
siempre habrá lugar.
Mozas. Siempre me dices lo mismo:
tus consejos no quiero escuchar
porque sabes decir muchas cosas,
cariñosas, engañosas,
pero nunca te quieres casar.
Mozos. Dudas de mí y no debieras dudar,
que yo por ti sabré luchar.
No miento.
Mozas. Mi mozo garrido,
segoviano presumido,
que no me has de engañar.
Mozos. Me casaré cuando tú quieras, mujer,
tuyo será todo mi amor.
Todos. Bien mío, en tu querer confío;
muy pronto será mi casa
un nido para los dos.
Mozas. No me engañes, embustero,
porque es desamor engañar.
Mozos. No te engaño, recelosa,
que te sé querer
.Todos. ... de verdad.
(hacen mutis por parejas)
En:
http://www.zarzuela.net/text/tex_016.htm
(6) Parte del monólogo que presenté en una de las tantas veladas:
Gracias, pero vuelve al coche.
Ya mañana me verás
(Cerraba la puerta y caminaba hacia la mesa)
¿Que me han traído?
Unas flores.
(Abría el sobre)
Y una cuenta.
Es cuenta de la modista.
Cuarenta duros es poco.
¡Ya los pagará
el viejo capitalista!
(7) HIMNO DE LAS AMERICAS. Letra y música de R. Sciamarella Un canto de amistad, de buena vecindad, unidos nos tendrá eternamente. Por nuestra libertad, por nuestra lealtad, debemos de vivir gloriosamente. Un símbolo de paz, alumbrará el vivir de todo el Continente Americano. Fuerza de Optimismo, fuerza de la hermandad será este canto de buena vecindad. Argentina, Brasil y Bolivia, Colombia, Chile y Ecuador, Uruguay, Paraguay, Venezuela, Guatemala y El Salvador, Costa Rica, Haití y Nicaragua, Honduras y Panamá, Norteamérica, México y PERU!!!!! Cuba y Canadá: Son hermanos soberanos de la libertad!
Son hermanos soberanos de la libertad!
En:
http://www.wamachuko.com/himnos.htm
Puedes ver el video del Himno de las Américas, interpretado por Luis Alberto del Paraná en:
http://www.youtube.com/watch?v=V5VzWNV24ho&feature=related
Y aquí también:
http://www.youtube.com/watch?v=cNzpt_k3zTk&feature=related

domingo, 5 de julio de 2009

LA SEÑORITA BLANCA MEZA

María de Jesús Romero de Matute

Estudié el tercer grado con la señorita Blanca Meza (1) en la Escuela Alejo Fortique.

La señorita Blanca Meza fue entonces mi maestra de tercer grado. Llegó a San Carlos en 1933 con su mamá doña Socorro y sus hermanos José y Luis. Nuestra escuela de niñas Alejo Fortique se mudó a su casa, en la calle Real (hoy avenida Bolívar), al lado de la casa de don Santos Torres. Hoy en día esa zona sancarleña es estrictamente comercial.

Mi maestra Blanca era bellísima, menuda, rubia, de ojos claros, de finos modales y muy joven. Ese año de 1933 yo tenía diez años y la maestra Blanca tendría cuatro o cinco más, casi adolescente; pudiera haberse confundido con una alumna de la escuela. Venía de Valencia, donde había estudiado en la Escuela Fernando Peñalver.

Quizás se pregunten dónde estudié el segundo grado. Mis compañeras y yo fuimos ubicadas en el tercer grado pues pasamos más de dos años en el primero. No por flojas sino porque la vida transcurría plácidamente en San Carlos y no nos dimos cuenta que pasamos mucho más tiempo en el primer grado. También porque estuvimos un tiempo con la señorita Naciansena Arriaga, dama caraqueña, quien llegó a San Carlos anciana ya, muy arrugadita; no era bonita. La señorita Naciansena vino de El Valle. La escuela funcionaba en otra casa: en la casa de la niña Josefita Quiroz ubicada en la calle Figueredo, entre la calle Real y la calle Alegría.
La casa de la señorita Josefina Quiroz, como todas las casas de esa época, constaba de un zaguán con su anteportón, un patio central y dos corredores en forma de ele invertida. Los cuartos a los lados y la cocina y zona de oficios al fondo. Mango y lechosas, además de matas de rosa crecían en el patio de atrás. Estaba pintada de blanco. La señorita Naciansena duró pocos meses en San Carlos, no sé por qué se fué tan rápido. La niña Josefina Quiroz murió centenaria en los años sesenta.

Cuando llegó la maestra Blanca nos examinó y llegamos al tercer grado. La maestra Blanca continuó las enseñanzas de la señorita Isabel y la señorita Naciansena. En su casa se respiraba un ambiente de paz y tranquilidad. Su mamá era muy cariñosa con nosotras. Y sus hermanos también.

La casa de la señorita Blanca era parecida a la ya descrita de la niña Josefita Quirós, pues hasta el jardín interno lo tenía del mismo lado: a la derecha. Una hilera de malangas adornaban el corredor. Sólo variaba en el color: crema con el zócalo marrón. Y, al fondo, matas de todo tipo: lechosa, mango, guanábana.

Con ella afianzamos nuestros conocimientos en gramática española, aritmética, historia de Venezuela, geografía, higiene, educación y buenas costumbres y labores. Al igual que con la señorita Cisneros, cada área tenía su libro. Yo utilicé los libros que le compraron a mi hermano de crianza, José Manuel, que era mayor que yo, y ya no los necesitaba. Leíamos el capítulo correspondiente y realizábamos las actividades. De gramática y aritmética teníamos clase todos los días. Las otras áreas, por lo menos una vez a la semana. Y en el mismo horario de la escuela de la señorita Isabel y la señorita Naciansena: de lunes a sábado en las mañanas.

Los días pasaban y nos seguíamos divirtiendo con los juegos de siempre. Del Ale limón aprendimos una variante. El mismo juego pero con la canción A la víbora de la mar:

A la víbora de la mar
Por aquí podrán pasar.
Las de alante corren mucho,
Las de atrás se quedarán.
Se quedarán, se quedarán.

La señorita Blanca se casó con el profesor Guillermo Fuentes, un elegante joven de El Baúl; su mamá se llamaba doña Guillermina. Al casarse, la señorita Blanca se mudó a una casa inmensa frente a la plaza Bolívar, calle Páez cruce con Silva, llamada La Aliaguera, porque alguna vez perteneció a la familia Aliaga. Y digo casa inmensa porque tenía grandes corredores, cuartos grandísimos, patio interminable; tambien estaba pintada de color blanco. com. Esa casa era la residencia del secretario general de gobierno, cargo que desempeñaba el profesor Fuentes en ese tiempo; Julio Montenegro, tinaquillero, era el presidente del Estado en tiempos en los que gobernaba el general Isaías Medina Angarita (2). Allí nacieron sus hijos mayores, Guillermo y Letty Margarita; después tuvieron a Alfredo, Marisol, Ricardo, Jesús y Elizabeth (mi admirada periodista).

El cuarto grado lo estudié con la señorita Juana Josefa Vargas, en la misma Escuela Alejo Fortique, que la habían mudado para el Campo de Aviación. Y hasta aquí llegan mis estudios formales. Años después terminé mi sexto grado en la escuela nocturna del profesor Pérez Lara. Lo demás lo aprendí con la experiencia de la vida; como dice el poeta Antonio Machado, golpe a golpe, verso a verso.

A mi querida maestra la vi por última vez hace algunos años en San Carlos, en los noventa, en el entierro de doña Flor Georg de Márquez Iragorri, quien era su pariente, prima hermana, hija de doña Flor Meza de Georg, y recordamos esos bellos tiempos de la escuela de niñas. Hoy en día, cuando recuerdo a la señorita Blanca, cierro mis ojos y me invade una gran paz.

(1) domingo 4 de enero de 2009
Caracas, la mía, a mano de “fuentes” periodísticas
Por Eva Feld
En:
http://evafeld.blogspot.com/

Desde el año 1968, aquel escandaloso, en el que la juventud pretendía parar el mundo para apearse y en que ocurrió además del mayo francés, la rebelión de Checoslovaquia y el lanzamiento de un cochino en la campaña del partido demócrata en “las fauces del imperio”, tuve la convicción de que Venezuela sería para mí nada más y nada menos que la familia Fuentes. Una que vivía en Chuao, pero que desde esa urbanización moderna y urbana resumía toda la idiosincrasia, todo el humor y toda la alegría del país. La capital de ese valioso descubrimiento de mi época universitaria, no podía ser otra que la matriarca de aquella casa, Doña Blanca Meza de Fuentes. Una inmensa señora diminuta que me hizo degustar en su cocina las primera arepas hechas en casa, el primer café colado (en todas sus formas, desde el tinto hasta el guarapo, pasando por el guayoyo), el primer aguacate para el desayuno. Tenía siete hijos doña Blanca pero también nos prohijaba a las amigas de sus hijos. De modo que también fue en esa patria adonde recibí el primer regaño en idioma venezolano y mi primera felicitación. Fue en ese lugar de Venezuela adonde aprendí los poderes insondables de la risa, del jolgorio y de la broma. Fue en cada una de las calles de esa fantástica ciudad, es decir, en cada uno de los hermanos Fuentes, adonde aprendí lo que significa ser primogénito o benjamín; varón o hembra. Pero también: médico, abogado, músico, ingeniero, periodista, psicólogo, militar. La patria Fuentes estaba conformada por futuros profesionales liberales. Existía allí una constitución democrática, con separación de poderes. Pero el poder hegemónico lo ejercía una palabra, o mejor dicho un concepto, un sintagma, el del amor y en ese terreno, el alfa y el omega conducían inexorablemente a doña Blanca. Allí vivía metida en mis años universitarios aunque mi residencia estuviera fijada en Prados del Este, en una casa paralela a la avenida principal. Una casa adonde se hablaba en húngaro y en la que las relaciones estaban contaminadas por odiosos vocablos, tales como: madrastra, hijastra, hermanastra. En vano intenté durante algunos años teñir aquella casa con los matices aprendidos en la otra, que se aceptara la risa como divisa, que las peleas no fueran más que el aderezo de las conversaciones cruzadas, que las palabras vulgares no sufrieran exilio sino que gozaran de todos sus derechos y deberes como liberadoras de tensiones. Mi casa en Prados del Este, espaciosa y llena de luz, adolecía con las imposiciones de una política hegemónica de cuño freudiano en la que no se sabía muy bien qué cosas estaban prohibidas hasta que al cometerlas venía la descarga madrastral (valga el neologismo). Mi casa en Prados del Este quedaba alejada de todo, no existía vida urbana, ni cine, ni teatros, ni cafés, ni siquiera andenes para encontrarse a conversar. Cada familia se metía en su bella casa adonde para llegar requería de un automóvil. Durante el primer año de la universidad yo no tenía aun carro, así que debía caminar unas cinco cuadras para tomar un autobús que me llevara hasta Chacaito y de allí otro hasta la Plaza Venezuela. Demás está decir que aprendí en aquellas excursiones hacia la Universidad Central de Venezuela todas las canciones que pasaba por pares (“las dos ligaditas”) Radio Rumbos: desde Daniel Santos, hasta la Tito Fuentes, pasando por la Billo y Los Melódicos. “Mujer falaz impostora de caricias” comenzaba una de esas canciones que los conductores ponían a todo volumen y que a mi me impresionaban tanto como los adornos que llevaban: desde rosarios e imágenes religiosas hasta los primeros zapatos de sus hijos o perros que se pasaban el día entero asintiendo pues llevaban un resorte en el cuello y los amortiguadores de los enormes carros americanos, que servían de “por puesto”, les infligían semejante movimiento continuo. Yo estudiaba comunicación social y el contacto abrupto con la realidad nacional, viniendo desde un colegio privado y aislado, me sedujo sin ambages. Conocí pues a estudiantes de provincia que vivían en pensiones en Los Chaguaramos, conocí a dirigentes políticos estudiantiles de izquierda, conocí a profesores, a catedráticos, a políticos, a guerrilleros…Conocí a muchos de mis futuros colegas y me fascinó la concupiscente diferencia. Con una viajé al oriente del país, con otra entrevisté a los capitostes de algunos partidos políticos y de sindicatos. Para ello hube de pasear alelada por El Paraíso, por Coche, por La Vega, por El Silencio, por Catia. Populosas urbanizaciones totalmente nuevas para mí.
Para regresar a mi casa desde la universidad, al mediodía, me ahorraba el costo del “por puesto” hasta Chacaito, lo hacía a pie, por aquella Gran Avenida que tenía dos buenas librerías y luego la Calle Real de Sabana Grande, para pasar por delante del Bar B.Q Chicken Bar, porque me habían dicho que por esa zona se reunía gente interesante a conversar. Aun desconocía el Triángulo de las Bermudas, en la futura Calle Solano López, que aún no se llamaba así. Y que consistía en tres restaurantes/bares en los que se perdían los poetas. Fue precisamente en esas caminatas cuando hice mi gran descubrimiento, pues, mi compañera de andar a pie y a grandes zancadas, fue precisamente Elizabeth Fuentes, es decir, el vellocino de oro, que pastoreé, hasta llegar hasta su casa, mi país desde entonces.
La cotidianidad en aquella casa venía siempre matizada con historia y fui regalada con aquellos relatos preciosos de tías viejas, de patriarcas arbitrarios, de luchas vividas desde lo particular hacia lo colectivo. Me mantuve alejada por el tiempo que duró mi formación universitaria de mis propios orígenes Con la graduación universitaria vinieron grandes cambios, París, tantas otras mudanzas, sin que hasta ahora me hubiera detenido a pensar en mis anteriores moradas venezolanas. En Las Acacias, en Los Caobos o en La Pastora. Saldo esa deuda al transcribir aquí parcialmente, las memorias de mi padre, Juan Feld, (1923/2008) sobre cómo fueron nuestros comienzos en nuestra primera dirección en Caracas: de Toro a Pineda 41, en La Pastora:
En aquel tiempo, a mediados y fines de 1948, toda Europa estaba alborotada por la posibilidad de una inminente tercera guerra mundial. La cortina de hierro había bajado hacía poco, los rusos cercaron Berlín occidental para que no puedan salir suministros desde Occidente… Era sólo asunto de una decisión que Stalin podía tomar de un momento al otro, de dispararle a uno de estos aviones cuando sobrevolaba el territorio de la República Popular de Alemania, entre Alemania occidental y Berlín, y que USA lance bombas, posiblemente atómicas (que la URSS aun no tenía) sobre territorio soviético. En estas circunstancias es comprensible que nosotros, sobrevivientes de una guerra horrible, queríamos escaparnos a un lugar “seguro”…
.…sin referirme a los antecedentes hasta llegar a Venezuela, con mi esposa Marianne embarazada y con unos mil dólares en el bolsillo…: Llegamos en los días del derrocamiento del gobierno adeco (no teníamos idea de lo que la palabra significaba)), así que el Portugal no pudo atracar a la Guaira sino que nos desviaron a Puerto Cabello y allí tuvo que esperar 2-3 días en la rada, antes que nos descargaran y nos llevaran en camiones de estaca al campamento de Naguanagua, cerca de Valencia...o más precisamente a Güigüe. Nos alojaron en grandes galpones, poniendo un matrimonio en cada esquina. Las tres comidas las servían en un galpón-comedor, eran aceptables y suficientes. Hubo mucha gente, sobre todo rusos y ucranianos ¡(posibles exguardias de campos de concentración!) que llevaban varios meses allí, felices de poder alojarse y comer sin hacer mayor cosa, pero nosotros queríamos llegar a la tierra prometida: Caracas. Nos sacaron fotos, huellas digitales, datos etc. para darnos la cédula y nos hicieron exámenes de sangre etc. para darnos certificados de salud. Después de algún tiempo llegaron las cédulas pero no así los certificados de salud pues se perdieron los exámenes. Después de un tiempo más de espera, alquilamos un camión de estacas para que nos llevara a Caracas. La única dirección que tuvimos adonde llegar era la pensión Elefant, Toro a Pineda 41, en La Pastora.
El matrimonio, de apellido Elefant, era judío-húngaro-checo de Kasa. No hubo habitación para nosotros, pero, mediante un módico cargo nos permitieron dormir en sendos catres en el pasillo de la vieja casa colonial convertida en pensión-refugio para recién llegados. El día siguiente quería buscar un cuarto para alquilar, pero los Elefant nos convencieron que no pierda el tiempo porque: uno, hay una gran escasez de vivienda en Caracas y dos, de todas maneras nadie alquilaría nada a una mujer embarazada. Por otra parte, me hicieron una oferta generosa: me permitieron a mí y a otro matrimonio en condiciones similares, que construyamos una habitación en el jardín de la casa, para luego vivir allí gratis, pagando solo la luz y el agua.
Yo sabía mucho de mecánica pero nada de construcción; de todas maneras empecé a comprar cemento y arena, cargué los sacos desde la calle empinada de Toro a Pineda hasta el fondo del jardín, luego eché el piso de unos 4x4 metros. No sabía rematarlo, el concreto quedó poroso y cada vez que Marianne le pasaba la escoba, barrió medio saco de cemento/arena en polvo. Luego compré bloques y construí las cuatro paredes; madera y fabriqué una puerta y una ventana, finalmente teché todo con láminas de aluminio. Al llover, nuestra casa era un infierno: las gotas de agua en el techo de aluminio sonaban como un regimiento de ametralladoras.
Recuerdo un incidente: estando ya echado el concreto del piso, pero aun no seco del todo, traté de instalar la corriente (tampoco una especialidad mía) y, con mi usual apuro, quería conectar simultáneamente los dos cables con corriente viva. Con el alicate no aislado y con los pies mojados me pegué un corrientazo horrible y empecé a bailar y gritar. Marianne tuvo la presencia de ánimo de retirar el enchufe de alimentación
.…Conseguí trabajo en enero de 1949, en la fábrica de chocolates Savoy, ganando la entonces envidiable suma de Bs. 700 mensuales. Tenía que tomar un autobús desde la esquina de Dos Pilitas a Plaza España (hoy Avenida Urdaneta), de allí otro bus para El Valle. Hubo autobuses populares (aunque entonces no se llamaban así, sino que les decían “cucarachas” por la forma abombada del techo), a locha (Bs. 0,125) el pasaje y los modernos, cuadrados, a medio. También hubo propuestos de Plaza España a El Valle, al precio inaccesible de 1 bolívar. Almorcé cerca de la fábrica donde un portugués, chuleta con papas o arroz, ensalada, refresco y café por Bs. 4,50. Teníamos que comprar muebles, ropa de bebé, cuna etc. No nos sobraban los reales. Casi todos los 1000$ se fueron en las obras de construcción del rancho.
Se me acaba el papel y la paciencia y sólo contaré cómo salimos de allí. Un día la señora Elefant acusó, delante de otras mujeres, que Marianne estaba robando comida de la nevera comunal. Específicamente dijo que recogió, con una cuchara, la grasita que estaba en la superficie de un hervido que ella cocinó. Entonces nos mudamos a San José del Ávila, pero esto debe ser otro cuento…Desde Toro a Pineda 41 hasta ese lugar en ninguna parte adonde resido desde hace más de diez años, ha transcurrido un viraje hacia la incertidumbre y el caos. Caracas, inundada de basura y de inseguridad, de demagogia y de populismo, de proyectos, cuyo epicentro radica principalmente en erradicar lo preexistente y de diversos reconcomios, me mantiene, sin embargo, imantada, como en mi juventud, porque, aunque bajo eterna amenaza, vive bajo la suprema presencia de El Ávila; porque de ella proviene Lucía, la esposa venezolana de mi padre y porque aunque ya Doña Blanca Meza de Fuentes no esté entre nosotros, aun existe, siempre en el mismo sitio de Chuao, esa ciudad mía.

En:
http://evafeld.blogspot.com/

(2) Isaías Medina Angarita. 44 Presidente de Venezuela.

(* San Cristóbal, 6 de julio de 1897 - † Caracas, 15 de septiembre de 1953), fue un político y militar venezolano, Desempeñó los cargos de Ministro de Guerra y Marina entre 1936 y 1941 y de Presidente de la República desde 1941 hasta 1945. A pesar de que fue elegido para el período 1941-1946, no terminó su periodo presidencial, pues fue derrocado por un golpe de estado llevado a cabo por un sector del ejército alentado y aliado con dirigentes y militantes del partido Acción Democrática. Fue un modernizador del Estado, introduciendo audaces reformas que convirtieron a Venezuela en una república moderna y plenamente integrada al siglo XX.
El legado más grande que deja el General Isaías Medina Angarita, es el despertar del espíritu democrático al pueblo de Venezuela; su presidencia, deja sin duda, el estímulo del pueblo a luchar por la igualdad social. En los años de su gobierno se siembra entre la población el espíritu de ser realmente libres democráticamente, y se consolida aún más entre la sociedad el partido Acción Democrática, (partido de ejemplo y espíritu sin duda democrático).
El General Medina, era un hombre de grandes convicciones, sencillo, plural, de mucho estímulo y modernista.
Carrera militar
Hijo del general José Rosendo Medina y de Alejandrina Angarita García, cursó estudios de primaria y
bachillerato en su ciudad natal. Se traslada a Caracas en 1912 para inscribirse en la Escuela Militar, donde obtendría el grado de subteniente el 23 de julio de 1914. Colaborador del presidente Juan Vicente Gómez, fue nombrado por éste Jefe del Estado Mayor. A la muerte de Gómez se desempeñó como Ministro de Guerra y Marina bajo el gobierno de Eleazar López Contreras, desde 1936 hasta 1941.
Campaña presidencial
Medina se separa del cargo de ministro para emprender el camino hacia la Presidencia de la República, aceptando su postulación como candidato en un manifiesto dirigido al pueblo venezolano el
13 de marzo de 1941. Previamente, el 6 de febrero, un grupo de independientes había lanzado la candidatura del escritor Rómulo Gallegos, a quien apoyaban también los principales miembros del clandestino Partido Democrático Nacional. A pesar de que la elección del presidente no era directa en aquella época, hubo una campaña electoral movida, con mitines, discursos, manifiestos apoyando o criticando a los 2 principales candidatos, e incluso afiches con propaganda electoral en las paredes de la capital. La agitación preelectoral duró hasta el 28 de abril de 1941, cuando el Congreso Nacional eligió al general Isaías Medina Angarita como presidente Constitucional de la República para el período 1941-1946 con 120 votos contra 13 obtenidos por Gallegos. Medina tomó posesión del cargo el 5 de mayo.
Presidencia
Medina llegó a la presidencia arrastrando una leyenda negra acerca de sus simpatías por el
fascismo y de su inclinación por Benito Mussolini, que lo acompañó durante los años en que había sido ministro de Guerra y Marina. Según crónicas del periodista Miguel Otero Silva, durante ese período lo hicieron responsable de todos los actos del gobierno que se consideraran antidemocráticos, como el destierro de un dirigente de la oposición o la clausura de un periódico. En cambio, si López Contreras tomaba una medida de índole democrática, se decía que lo hacía «a pesar de Medina». Debido a estos antecedentes, existía el temor de que la elección de Medina como presidente significara un retroceso en la evolución política desde la muerte de Juan Vicente Gómez en diciembre de 1935.
Legado
Política
Contrariamente a lo esperado por sus detractores, Medina permitió una amplia apertura democrática, permitiendo la confrontación de distintas ideologías y la expresión de criterios diversos en torno a los problemas del país y a sucesos internacionales, incluso durante la
Segunda Guerra Mundial. Es precisamente durante el gobierno de Medina, gracias a la legalización de las agrupaciones políticas, cuyos grupos de origen habían tenido una vida política discontinua y accidentada debido a las limitaciones impuestas a los mismos en los períodos de Gómez y de López Contreras, que tienen su origen los partidos políticos modernos en Venezuela: Acción Democrática, formado por fracciones del Partido Democrático Nacional (PDN) del periodo lopecista, fue el primer partido en legalizarse al poco tiempo de asumir Medina la Presidencia, en el mes de junio de 1941.
Ese mismo año los
comunistas -que todavía eran ilegales- se agruparon en Caracas en la llamada Unión Municipal. Siguiendo su ejemplo, se formaron ligas similares -todas de tendencia comunista- en 11 estados del país y luego todas estas uniones se fusionaron en un gran partido a escala nacional llamado Unión Popular Venezolana, nombre que fue cambiado el 9 de octubre de 1945 a Partido Comunista de Venezuela, gracias a una reforma constitucional introducida por el gobierno de Medina. Otro partido, Acción Nacional, aparece en el panorama político en 1942; sus miembros, que procedían de la Unión Nacional Estudiantil y de Acción Electoral, se agruparon luego en COPEI (Comité de Organización Política Electoral Independiente). En mayo de 1943 los partidarios del gobierno se reunieron en una nueva agrupación que en septiembre de ese año dio origen al Partido Democrático Venezolano (PDV).
La actividad partidista se pudo desarrollar gracias al clima de respeto y de
libertad de expresión que supo imprimir a su gobierno el general Medina. La creencia que había entre los líderes políticos preocupados por el progreso de una democracia que apenas empezaba a cristalizar, de que el sufragio universal directo y secreto acabaría con todas las imperfecciones del sistema iniciado por López Contreras y continuado y profundizado por Medina, minimizaba los rasgos positivos del mismo en el aspecto electoral: la elección uninominal de concejales, que permitía a los votantes escoger como su representante a una persona realmente preocupada por los problemas de la comunidad y con la cual se sintieran plenamente identificados. Otro fue la renovación del Congreso por mitad cada 2 años. Fue intenso el movimiento electoral durante el gobierno del general Medina Angarita; bien para elegir popularmente concejales o bien para que los concejos municipales eligieran a los diputados y las asambleas legislativas a los senadores, lo cierto es que durante su período presidencial hubo elecciones todos los años.
Seguridad social, Derecho laboral e Infraestructura
La apertura política que permitió la legalización y actuación de los partidos facilitó, igualmente, la permanencia de los
sindicatos existentes y la legalización de los que se iban organizando. En el sistema de democracia burguesa que Medina estaba empeñado en fortalecer, junto a la oligarquía tradicional, apareció una nueva burguesía en proceso de crecimiento y una clase obrera más organizada y que, con la experiencia adquirida en años de represión, venía preparándose para hacerse sentir. Por ello, la democratización en la esfera sindical no se presenta en este período en términos de una lucha de clases, sino más bien, como una lucha partidista por el control de los sindicatos, entre los dos partidos de mayor arraigo popular en los inicios de la década de 1940: Acción Democrática y el Partido Comunista. Este enfrentamiento y las denuncias entre ambos bandos por el ventajismo alegado llevaron a que 93 sindicatos, junto con 3 centrales obreras, fueran disueltos por el Ministerio del Trabajo, por ser apéndices de un partido político.
Entre los aspectos de la política laboral del presidente Medina, merecen destacarse:
la puesta en marcha de la Ley del
Seguro Social Obligatorio, promulgada en 1940 con la creación del Instituto Central de los Seguros Sociales y el funcionamiento de la primera Caja Regional en 1944;
la ampliación de los servicios de cultura obrera;
la fijación de
salarios mínimos;
la abolición del trabajo nocturno en algunas industrias;
la reglamentación de la Ley de Sociedades
Cooperativas; y
la reforma parcial de la Ley del Trabajo y la promulgación del reglamento del trabajo en el campo.
Mención aparte merece la firma del primer
contrato colectivo para la industria petrolera, el 14 de junio de 1945, pero que no pudo ser presentada ante el Congreso en 1946, debido a la ruptura de la normalidad constitucional por el golpe de Estado del 18 de octubre del 1945. La firma de ese contrato colectivo constituyó uno de los mayores logros de Medina Angarita en materia laboral y vino a compensar a los trabajadores petroleros por la disolución de 14 de sus sindicatos.
En lo tocante a infraestructura, convirtió a Caracas en una ciudad moderna, eliminando los hacinamientos insalubres del centro de la ciudad y edificando en su lugar el
complejo urbanístico "El Silencio", diseñado por Carlos Raúl Villanueva y Francisco Narváez, financiando dicha construcción a través del Banco Obrero, también de su creación. Con ello comienza a cambiar el rostro de Caracas y se da inicio a la solución del problema de la vivienda para numerosas familias de la clase media: médicos, enfermeras, periodistas y empleados de comercios. El Banco Obrero, encargado de la ejecución del proyecto de El Silencio en Caracas, intervino también en la construcción de la urbanización "Rafael Urdaneta" en Maracaibo, cuyas 1.000 viviendas estaban a punto de terminarse en octubre de 1945. Medina estableció además el sistema de identificación ciudadana, obteniendo él mismo la cédula de identidad con el número 1.
Educación
Al igual que con otros presidentes, la educación fue uno de los sectores más criticados de la gestión del presidente Medina. Sin embargo, mucho se hizo durante su período para desarrollarla tanto cualitativa como cuantitativamente. Rafael Vegas, último en asumir el Ministerio de Educación, dio un notable impulso a este respecto: 250.000 niños acudieron a las escuelas primarias y 97 liceos impartieron educación secundaria en todo el país. El analfabetismo redujo sus cifras en un 50% al final de su mandato.
En cuanto a la reforma universitaria, expropió los terrenos de la hacienda «Ibarra» y en ese lugar, también con la colaboración de Carlos Raúl Villanueva, edificó la
Ciudad Universitaria de Caracas, campus principal de la Universidad Central de Venezuela, con la finalidad de dotar de una nueva infraestructura a la principal casa de estudios superiores del país. Fundó el Instituto Politécnico de Agricultura.
Economía y política fiscal
A ese cambio estructural en las esferas política, social y laboral que se inicia durante el gobierno de Medina Angarita, se añade un cambio de idéntica índole en el campo legislativo, realizado a través de 3 reformas:
La Reforma Fiscal con la Ley de
Impuesto sobre la renta (1942); cuyo objetivo fue establecer tributaciones progresivas para así proteger a los sectores menos adinerados, reduciendo los impuestos indirectos que hasta entonces recaían por igual en personas con ganancias muy pequeñas o abultadas, como los de la gasolina y de la sal.
La Reforma Petrolera con la Ley de Hidrocarburos de 1943, que extendía por 40 años más las concesiones a las empresas extranjeras. Medina, consciente de que en aquella época Venezuela no poseía personal capacitado para tomar el control de la industria petrolera, estimaba sin embargo que para 1983 ya existiría una generación suficientemente preparada para ello. Esta ley tuvo como elementos esenciales:
La unificación de la legislación aplicable a las concesiones, mediante la adaptación y conversión de contratos otorgados bajo leyes anteriores;
El aumento de la participación del Estado venezolano al 50% de dichos beneficios, estableciendo además la obligación para los concesionarios de pagar, no sólo los impuestos consagrados en dicha ley, sino todos los impuestos generales que se establecieren, por lo que las compañías petroleras quedaron sujetas desde ese momento al pago del impuesto sobre la renta.
La transformación del transporte por oleoductos en un servicio público;
La obligación por parte de las empresas de llevar su contabilidad en Venezuela y de suministrar al Estado los informes técnicos relativos a las regiones estudiadas;
La suspensión de las exoneraciones aduaneras como un derecho adquirido.
La fijación de un plazo, hasta que terminara la Segunda Guerra Mundial, para
refinar en territorio venezolano el petróleo producido en el país, vieja preocupación del presidente Medina a la cual opusieron resistencia las petroleras hasta el último momento.
La Reforma Agraria con la Ley de
Reforma Agraria de 1945. No se pudieron conocer los resultados porque fue puesta en vigencia el 20 de septiembre de 1945 y quedó en suspenso al producirse el golpe de estado el 18 de octubre del mismo año; pero estaba orientada a inducir cambios sociales al promover la redistribución de la tierra para incorporarla al proceso productivo del país.
Además de las 3 leyes mencionadas, el general Medina creó, en noviembre de 1944, una junta ad honores que se encargaría del estudio y otorgamiento de créditos destinados a fomentar la producción del país y que se denominó «Junta de Fomento de la Producción Nacional», destinada a proseguir la línea de cambios en las estructuras económicas del país y diversificar la economía, fuertemente monoproductora. Posteriormente se cambió el nombre de la Junta de Fomento por el de
Corporación Venezolana de Fomento, en 1947, la cual absorbió el capital inicial de la junta creada por Medina.
DIPLOMACIA Y POLÍTICA EXTERIOR
Las relaciones exteriores en el periodo de Medina estuvieron conducidas por dos cancilleres:
Caracciolo Parra Pérez y Gustavo Herrera. Medina fue el primer presidente venezolano que, en ejercicio de sus funciones, sale al exterior en visita oficial. El 17 de julio de 1943, da comienzo a una gira por las naciones bolivarianas: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá, correspondiendo así a las visitas de estado hechas a Venezuela por los presidentes Manuel Prado Ugarteche, de Perú; Alfonso López Pumarejo, de Colombia y Carlos Arroyo del Río, de Ecuador, en 1942; y de Enrique Peñaranda, de Bolivia y de Higinio Morínigo, de Paraguay, en 1943; estableciéndose una nueva modalidad en las relaciones de los países latinoamericanos en la búsqueda de unidad de intereses comunes y de acción conjunta.
En enero de 1944, Medina visita también
Estados Unidos y se entrevista en Washington con el presidente Franklin Delano Roosevelt, con ocasión de discutir el apoyo venezolano al esfuerzo aliado en la Segunda Guerra Mundial y ofrecer el punto de vista venezolano respecto al cambio de soberanía de Aruba y Curazao. Durante la administración de Medina, Venezuela establece relaciones con China en 1943 y con la Unión Soviética en 1945; asiste a la reunión de cancilleres en Río de Janeiro en 1942, a la de Conferencia de Chapultepec en 1945 y a la firma de la Carta de las Naciones Unidas en San Francisco, en junio de ese mismo año.
Derrocamiento
El general Isaías Medina Angarita fue derrocado el 18 de octubre de 1945 por un
golpe cívico-militar perpetrado por militares de las nuevas promociones, reunidos en la Unión Patriótica Militar, en asociación con líderes de Acción Democrática, entre los que destacaba Rómulo Betancourt. Sucedió que el mismo movimiento que Medina había dado al país, con los cambios sustanciales producidos por nuevas leyes y el goce de todos los derechos ciudadanos sin limitación alguna, lo arrolló cuando le faltó la determinación de conceder el sufragio universal directo y secreto para la elección presidencial, causa esgrimida por los civiles que participaron en el golpe, para justificarlo.
Los militares jóvenes -dirigidos por
Marcos Pérez Jiménez-, a su vez, tenían sus propios motivos para insurgir contra el gobierno de Medina: se quejaban de los bajos sueldos que devengaban, de que se les negaban ascensos merecidos y en cambio, se ascendía a los viejos que ellos llamaban «chopos de piedra», de la falta de equipos modernos en las Fuerzas Armadas; algunos de los oficiales conjurados mostraban resentimiento por la firma del Tratado de Límites de 1941 con Colombia, realizada durante el gobierno de Eleazar López Contreras cuando Medina era Ministro. Todos estos motivos, unidos a la división en las filas del PDV por la aparición de la candidatura del general López Contreras; a la enfermedad del candidato auspiciado por Medina -y al parecer, aceptada por Acción Democrática-, Diógenes Escalante, que impidió el progreso de su candidatura; a la falta de consenso en torno al nuevo candidato del PDV, Ángel Biaggini; a la poca simpatía que despertaba el gobierno de Medina en los círculos petroleros y diplomáticos norteamericanos por la promulgación de la Ley de Hidrocarburos de 1943 y por el apoyo que recibía de los comunistas, precipitaron el golpe del 18 de octubre.
Medina fue la víctima de una insurrección contra un sistema de gobierno que él heredó, democratizó y modernizó. Fue apresado y expulsado del país, radicándose en la
ciudad de Nueva York. Durante su residencia allí, en mayo de 1952, sufrió un accidente cerebrovascular, a raíz del cual, quedó con una hemiplejía izquierda. Se le autorizó regresar a Venezuela teniendo en cuenta su estado de salud, falleciendo finalmente un año después, a la edad de 56 años.
En:
http://es.wikipedia.org/wiki/Isaías_Medina_Angarita