domingo, 5 de julio de 2009

LA SEÑORITA BLANCA MEZA

María de Jesús Romero de Matute

Estudié el tercer grado con la señorita Blanca Meza (1) en la Escuela Alejo Fortique.

La señorita Blanca Meza fue entonces mi maestra de tercer grado. Llegó a San Carlos en 1933 con su mamá doña Socorro y sus hermanos José y Luis. Nuestra escuela de niñas Alejo Fortique se mudó a su casa, en la calle Real (hoy avenida Bolívar), al lado de la casa de don Santos Torres. Hoy en día esa zona sancarleña es estrictamente comercial.

Mi maestra Blanca era bellísima, menuda, rubia, de ojos claros, de finos modales y muy joven. Ese año de 1933 yo tenía diez años y la maestra Blanca tendría cuatro o cinco más, casi adolescente; pudiera haberse confundido con una alumna de la escuela. Venía de Valencia, donde había estudiado en la Escuela Fernando Peñalver.

Quizás se pregunten dónde estudié el segundo grado. Mis compañeras y yo fuimos ubicadas en el tercer grado pues pasamos más de dos años en el primero. No por flojas sino porque la vida transcurría plácidamente en San Carlos y no nos dimos cuenta que pasamos mucho más tiempo en el primer grado. También porque estuvimos un tiempo con la señorita Naciansena Arriaga, dama caraqueña, quien llegó a San Carlos anciana ya, muy arrugadita; no era bonita. La señorita Naciansena vino de El Valle. La escuela funcionaba en otra casa: en la casa de la niña Josefita Quiroz ubicada en la calle Figueredo, entre la calle Real y la calle Alegría.
La casa de la señorita Josefina Quiroz, como todas las casas de esa época, constaba de un zaguán con su anteportón, un patio central y dos corredores en forma de ele invertida. Los cuartos a los lados y la cocina y zona de oficios al fondo. Mango y lechosas, además de matas de rosa crecían en el patio de atrás. Estaba pintada de blanco. La señorita Naciansena duró pocos meses en San Carlos, no sé por qué se fué tan rápido. La niña Josefina Quiroz murió centenaria en los años sesenta.

Cuando llegó la maestra Blanca nos examinó y llegamos al tercer grado. La maestra Blanca continuó las enseñanzas de la señorita Isabel y la señorita Naciansena. En su casa se respiraba un ambiente de paz y tranquilidad. Su mamá era muy cariñosa con nosotras. Y sus hermanos también.

La casa de la señorita Blanca era parecida a la ya descrita de la niña Josefita Quirós, pues hasta el jardín interno lo tenía del mismo lado: a la derecha. Una hilera de malangas adornaban el corredor. Sólo variaba en el color: crema con el zócalo marrón. Y, al fondo, matas de todo tipo: lechosa, mango, guanábana.

Con ella afianzamos nuestros conocimientos en gramática española, aritmética, historia de Venezuela, geografía, higiene, educación y buenas costumbres y labores. Al igual que con la señorita Cisneros, cada área tenía su libro. Yo utilicé los libros que le compraron a mi hermano de crianza, José Manuel, que era mayor que yo, y ya no los necesitaba. Leíamos el capítulo correspondiente y realizábamos las actividades. De gramática y aritmética teníamos clase todos los días. Las otras áreas, por lo menos una vez a la semana. Y en el mismo horario de la escuela de la señorita Isabel y la señorita Naciansena: de lunes a sábado en las mañanas.

Los días pasaban y nos seguíamos divirtiendo con los juegos de siempre. Del Ale limón aprendimos una variante. El mismo juego pero con la canción A la víbora de la mar:

A la víbora de la mar
Por aquí podrán pasar.
Las de alante corren mucho,
Las de atrás se quedarán.
Se quedarán, se quedarán.

La señorita Blanca se casó con el profesor Guillermo Fuentes, un elegante joven de El Baúl; su mamá se llamaba doña Guillermina. Al casarse, la señorita Blanca se mudó a una casa inmensa frente a la plaza Bolívar, calle Páez cruce con Silva, llamada La Aliaguera, porque alguna vez perteneció a la familia Aliaga. Y digo casa inmensa porque tenía grandes corredores, cuartos grandísimos, patio interminable; tambien estaba pintada de color blanco. com. Esa casa era la residencia del secretario general de gobierno, cargo que desempeñaba el profesor Fuentes en ese tiempo; Julio Montenegro, tinaquillero, era el presidente del Estado en tiempos en los que gobernaba el general Isaías Medina Angarita (2). Allí nacieron sus hijos mayores, Guillermo y Letty Margarita; después tuvieron a Alfredo, Marisol, Ricardo, Jesús y Elizabeth (mi admirada periodista).

El cuarto grado lo estudié con la señorita Juana Josefa Vargas, en la misma Escuela Alejo Fortique, que la habían mudado para el Campo de Aviación. Y hasta aquí llegan mis estudios formales. Años después terminé mi sexto grado en la escuela nocturna del profesor Pérez Lara. Lo demás lo aprendí con la experiencia de la vida; como dice el poeta Antonio Machado, golpe a golpe, verso a verso.

A mi querida maestra la vi por última vez hace algunos años en San Carlos, en los noventa, en el entierro de doña Flor Georg de Márquez Iragorri, quien era su pariente, prima hermana, hija de doña Flor Meza de Georg, y recordamos esos bellos tiempos de la escuela de niñas. Hoy en día, cuando recuerdo a la señorita Blanca, cierro mis ojos y me invade una gran paz.

(1) domingo 4 de enero de 2009
Caracas, la mía, a mano de “fuentes” periodísticas
Por Eva Feld
En:
http://evafeld.blogspot.com/

Desde el año 1968, aquel escandaloso, en el que la juventud pretendía parar el mundo para apearse y en que ocurrió además del mayo francés, la rebelión de Checoslovaquia y el lanzamiento de un cochino en la campaña del partido demócrata en “las fauces del imperio”, tuve la convicción de que Venezuela sería para mí nada más y nada menos que la familia Fuentes. Una que vivía en Chuao, pero que desde esa urbanización moderna y urbana resumía toda la idiosincrasia, todo el humor y toda la alegría del país. La capital de ese valioso descubrimiento de mi época universitaria, no podía ser otra que la matriarca de aquella casa, Doña Blanca Meza de Fuentes. Una inmensa señora diminuta que me hizo degustar en su cocina las primera arepas hechas en casa, el primer café colado (en todas sus formas, desde el tinto hasta el guarapo, pasando por el guayoyo), el primer aguacate para el desayuno. Tenía siete hijos doña Blanca pero también nos prohijaba a las amigas de sus hijos. De modo que también fue en esa patria adonde recibí el primer regaño en idioma venezolano y mi primera felicitación. Fue en ese lugar de Venezuela adonde aprendí los poderes insondables de la risa, del jolgorio y de la broma. Fue en cada una de las calles de esa fantástica ciudad, es decir, en cada uno de los hermanos Fuentes, adonde aprendí lo que significa ser primogénito o benjamín; varón o hembra. Pero también: médico, abogado, músico, ingeniero, periodista, psicólogo, militar. La patria Fuentes estaba conformada por futuros profesionales liberales. Existía allí una constitución democrática, con separación de poderes. Pero el poder hegemónico lo ejercía una palabra, o mejor dicho un concepto, un sintagma, el del amor y en ese terreno, el alfa y el omega conducían inexorablemente a doña Blanca. Allí vivía metida en mis años universitarios aunque mi residencia estuviera fijada en Prados del Este, en una casa paralela a la avenida principal. Una casa adonde se hablaba en húngaro y en la que las relaciones estaban contaminadas por odiosos vocablos, tales como: madrastra, hijastra, hermanastra. En vano intenté durante algunos años teñir aquella casa con los matices aprendidos en la otra, que se aceptara la risa como divisa, que las peleas no fueran más que el aderezo de las conversaciones cruzadas, que las palabras vulgares no sufrieran exilio sino que gozaran de todos sus derechos y deberes como liberadoras de tensiones. Mi casa en Prados del Este, espaciosa y llena de luz, adolecía con las imposiciones de una política hegemónica de cuño freudiano en la que no se sabía muy bien qué cosas estaban prohibidas hasta que al cometerlas venía la descarga madrastral (valga el neologismo). Mi casa en Prados del Este quedaba alejada de todo, no existía vida urbana, ni cine, ni teatros, ni cafés, ni siquiera andenes para encontrarse a conversar. Cada familia se metía en su bella casa adonde para llegar requería de un automóvil. Durante el primer año de la universidad yo no tenía aun carro, así que debía caminar unas cinco cuadras para tomar un autobús que me llevara hasta Chacaito y de allí otro hasta la Plaza Venezuela. Demás está decir que aprendí en aquellas excursiones hacia la Universidad Central de Venezuela todas las canciones que pasaba por pares (“las dos ligaditas”) Radio Rumbos: desde Daniel Santos, hasta la Tito Fuentes, pasando por la Billo y Los Melódicos. “Mujer falaz impostora de caricias” comenzaba una de esas canciones que los conductores ponían a todo volumen y que a mi me impresionaban tanto como los adornos que llevaban: desde rosarios e imágenes religiosas hasta los primeros zapatos de sus hijos o perros que se pasaban el día entero asintiendo pues llevaban un resorte en el cuello y los amortiguadores de los enormes carros americanos, que servían de “por puesto”, les infligían semejante movimiento continuo. Yo estudiaba comunicación social y el contacto abrupto con la realidad nacional, viniendo desde un colegio privado y aislado, me sedujo sin ambages. Conocí pues a estudiantes de provincia que vivían en pensiones en Los Chaguaramos, conocí a dirigentes políticos estudiantiles de izquierda, conocí a profesores, a catedráticos, a políticos, a guerrilleros…Conocí a muchos de mis futuros colegas y me fascinó la concupiscente diferencia. Con una viajé al oriente del país, con otra entrevisté a los capitostes de algunos partidos políticos y de sindicatos. Para ello hube de pasear alelada por El Paraíso, por Coche, por La Vega, por El Silencio, por Catia. Populosas urbanizaciones totalmente nuevas para mí.
Para regresar a mi casa desde la universidad, al mediodía, me ahorraba el costo del “por puesto” hasta Chacaito, lo hacía a pie, por aquella Gran Avenida que tenía dos buenas librerías y luego la Calle Real de Sabana Grande, para pasar por delante del Bar B.Q Chicken Bar, porque me habían dicho que por esa zona se reunía gente interesante a conversar. Aun desconocía el Triángulo de las Bermudas, en la futura Calle Solano López, que aún no se llamaba así. Y que consistía en tres restaurantes/bares en los que se perdían los poetas. Fue precisamente en esas caminatas cuando hice mi gran descubrimiento, pues, mi compañera de andar a pie y a grandes zancadas, fue precisamente Elizabeth Fuentes, es decir, el vellocino de oro, que pastoreé, hasta llegar hasta su casa, mi país desde entonces.
La cotidianidad en aquella casa venía siempre matizada con historia y fui regalada con aquellos relatos preciosos de tías viejas, de patriarcas arbitrarios, de luchas vividas desde lo particular hacia lo colectivo. Me mantuve alejada por el tiempo que duró mi formación universitaria de mis propios orígenes Con la graduación universitaria vinieron grandes cambios, París, tantas otras mudanzas, sin que hasta ahora me hubiera detenido a pensar en mis anteriores moradas venezolanas. En Las Acacias, en Los Caobos o en La Pastora. Saldo esa deuda al transcribir aquí parcialmente, las memorias de mi padre, Juan Feld, (1923/2008) sobre cómo fueron nuestros comienzos en nuestra primera dirección en Caracas: de Toro a Pineda 41, en La Pastora:
En aquel tiempo, a mediados y fines de 1948, toda Europa estaba alborotada por la posibilidad de una inminente tercera guerra mundial. La cortina de hierro había bajado hacía poco, los rusos cercaron Berlín occidental para que no puedan salir suministros desde Occidente… Era sólo asunto de una decisión que Stalin podía tomar de un momento al otro, de dispararle a uno de estos aviones cuando sobrevolaba el territorio de la República Popular de Alemania, entre Alemania occidental y Berlín, y que USA lance bombas, posiblemente atómicas (que la URSS aun no tenía) sobre territorio soviético. En estas circunstancias es comprensible que nosotros, sobrevivientes de una guerra horrible, queríamos escaparnos a un lugar “seguro”…
.…sin referirme a los antecedentes hasta llegar a Venezuela, con mi esposa Marianne embarazada y con unos mil dólares en el bolsillo…: Llegamos en los días del derrocamiento del gobierno adeco (no teníamos idea de lo que la palabra significaba)), así que el Portugal no pudo atracar a la Guaira sino que nos desviaron a Puerto Cabello y allí tuvo que esperar 2-3 días en la rada, antes que nos descargaran y nos llevaran en camiones de estaca al campamento de Naguanagua, cerca de Valencia...o más precisamente a Güigüe. Nos alojaron en grandes galpones, poniendo un matrimonio en cada esquina. Las tres comidas las servían en un galpón-comedor, eran aceptables y suficientes. Hubo mucha gente, sobre todo rusos y ucranianos ¡(posibles exguardias de campos de concentración!) que llevaban varios meses allí, felices de poder alojarse y comer sin hacer mayor cosa, pero nosotros queríamos llegar a la tierra prometida: Caracas. Nos sacaron fotos, huellas digitales, datos etc. para darnos la cédula y nos hicieron exámenes de sangre etc. para darnos certificados de salud. Después de algún tiempo llegaron las cédulas pero no así los certificados de salud pues se perdieron los exámenes. Después de un tiempo más de espera, alquilamos un camión de estacas para que nos llevara a Caracas. La única dirección que tuvimos adonde llegar era la pensión Elefant, Toro a Pineda 41, en La Pastora.
El matrimonio, de apellido Elefant, era judío-húngaro-checo de Kasa. No hubo habitación para nosotros, pero, mediante un módico cargo nos permitieron dormir en sendos catres en el pasillo de la vieja casa colonial convertida en pensión-refugio para recién llegados. El día siguiente quería buscar un cuarto para alquilar, pero los Elefant nos convencieron que no pierda el tiempo porque: uno, hay una gran escasez de vivienda en Caracas y dos, de todas maneras nadie alquilaría nada a una mujer embarazada. Por otra parte, me hicieron una oferta generosa: me permitieron a mí y a otro matrimonio en condiciones similares, que construyamos una habitación en el jardín de la casa, para luego vivir allí gratis, pagando solo la luz y el agua.
Yo sabía mucho de mecánica pero nada de construcción; de todas maneras empecé a comprar cemento y arena, cargué los sacos desde la calle empinada de Toro a Pineda hasta el fondo del jardín, luego eché el piso de unos 4x4 metros. No sabía rematarlo, el concreto quedó poroso y cada vez que Marianne le pasaba la escoba, barrió medio saco de cemento/arena en polvo. Luego compré bloques y construí las cuatro paredes; madera y fabriqué una puerta y una ventana, finalmente teché todo con láminas de aluminio. Al llover, nuestra casa era un infierno: las gotas de agua en el techo de aluminio sonaban como un regimiento de ametralladoras.
Recuerdo un incidente: estando ya echado el concreto del piso, pero aun no seco del todo, traté de instalar la corriente (tampoco una especialidad mía) y, con mi usual apuro, quería conectar simultáneamente los dos cables con corriente viva. Con el alicate no aislado y con los pies mojados me pegué un corrientazo horrible y empecé a bailar y gritar. Marianne tuvo la presencia de ánimo de retirar el enchufe de alimentación
.…Conseguí trabajo en enero de 1949, en la fábrica de chocolates Savoy, ganando la entonces envidiable suma de Bs. 700 mensuales. Tenía que tomar un autobús desde la esquina de Dos Pilitas a Plaza España (hoy Avenida Urdaneta), de allí otro bus para El Valle. Hubo autobuses populares (aunque entonces no se llamaban así, sino que les decían “cucarachas” por la forma abombada del techo), a locha (Bs. 0,125) el pasaje y los modernos, cuadrados, a medio. También hubo propuestos de Plaza España a El Valle, al precio inaccesible de 1 bolívar. Almorcé cerca de la fábrica donde un portugués, chuleta con papas o arroz, ensalada, refresco y café por Bs. 4,50. Teníamos que comprar muebles, ropa de bebé, cuna etc. No nos sobraban los reales. Casi todos los 1000$ se fueron en las obras de construcción del rancho.
Se me acaba el papel y la paciencia y sólo contaré cómo salimos de allí. Un día la señora Elefant acusó, delante de otras mujeres, que Marianne estaba robando comida de la nevera comunal. Específicamente dijo que recogió, con una cuchara, la grasita que estaba en la superficie de un hervido que ella cocinó. Entonces nos mudamos a San José del Ávila, pero esto debe ser otro cuento…Desde Toro a Pineda 41 hasta ese lugar en ninguna parte adonde resido desde hace más de diez años, ha transcurrido un viraje hacia la incertidumbre y el caos. Caracas, inundada de basura y de inseguridad, de demagogia y de populismo, de proyectos, cuyo epicentro radica principalmente en erradicar lo preexistente y de diversos reconcomios, me mantiene, sin embargo, imantada, como en mi juventud, porque, aunque bajo eterna amenaza, vive bajo la suprema presencia de El Ávila; porque de ella proviene Lucía, la esposa venezolana de mi padre y porque aunque ya Doña Blanca Meza de Fuentes no esté entre nosotros, aun existe, siempre en el mismo sitio de Chuao, esa ciudad mía.

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(2) Isaías Medina Angarita. 44 Presidente de Venezuela.

(* San Cristóbal, 6 de julio de 1897 - † Caracas, 15 de septiembre de 1953), fue un político y militar venezolano, Desempeñó los cargos de Ministro de Guerra y Marina entre 1936 y 1941 y de Presidente de la República desde 1941 hasta 1945. A pesar de que fue elegido para el período 1941-1946, no terminó su periodo presidencial, pues fue derrocado por un golpe de estado llevado a cabo por un sector del ejército alentado y aliado con dirigentes y militantes del partido Acción Democrática. Fue un modernizador del Estado, introduciendo audaces reformas que convirtieron a Venezuela en una república moderna y plenamente integrada al siglo XX.
El legado más grande que deja el General Isaías Medina Angarita, es el despertar del espíritu democrático al pueblo de Venezuela; su presidencia, deja sin duda, el estímulo del pueblo a luchar por la igualdad social. En los años de su gobierno se siembra entre la población el espíritu de ser realmente libres democráticamente, y se consolida aún más entre la sociedad el partido Acción Democrática, (partido de ejemplo y espíritu sin duda democrático).
El General Medina, era un hombre de grandes convicciones, sencillo, plural, de mucho estímulo y modernista.
Carrera militar
Hijo del general José Rosendo Medina y de Alejandrina Angarita García, cursó estudios de primaria y
bachillerato en su ciudad natal. Se traslada a Caracas en 1912 para inscribirse en la Escuela Militar, donde obtendría el grado de subteniente el 23 de julio de 1914. Colaborador del presidente Juan Vicente Gómez, fue nombrado por éste Jefe del Estado Mayor. A la muerte de Gómez se desempeñó como Ministro de Guerra y Marina bajo el gobierno de Eleazar López Contreras, desde 1936 hasta 1941.
Campaña presidencial
Medina se separa del cargo de ministro para emprender el camino hacia la Presidencia de la República, aceptando su postulación como candidato en un manifiesto dirigido al pueblo venezolano el
13 de marzo de 1941. Previamente, el 6 de febrero, un grupo de independientes había lanzado la candidatura del escritor Rómulo Gallegos, a quien apoyaban también los principales miembros del clandestino Partido Democrático Nacional. A pesar de que la elección del presidente no era directa en aquella época, hubo una campaña electoral movida, con mitines, discursos, manifiestos apoyando o criticando a los 2 principales candidatos, e incluso afiches con propaganda electoral en las paredes de la capital. La agitación preelectoral duró hasta el 28 de abril de 1941, cuando el Congreso Nacional eligió al general Isaías Medina Angarita como presidente Constitucional de la República para el período 1941-1946 con 120 votos contra 13 obtenidos por Gallegos. Medina tomó posesión del cargo el 5 de mayo.
Presidencia
Medina llegó a la presidencia arrastrando una leyenda negra acerca de sus simpatías por el
fascismo y de su inclinación por Benito Mussolini, que lo acompañó durante los años en que había sido ministro de Guerra y Marina. Según crónicas del periodista Miguel Otero Silva, durante ese período lo hicieron responsable de todos los actos del gobierno que se consideraran antidemocráticos, como el destierro de un dirigente de la oposición o la clausura de un periódico. En cambio, si López Contreras tomaba una medida de índole democrática, se decía que lo hacía «a pesar de Medina». Debido a estos antecedentes, existía el temor de que la elección de Medina como presidente significara un retroceso en la evolución política desde la muerte de Juan Vicente Gómez en diciembre de 1935.
Legado
Política
Contrariamente a lo esperado por sus detractores, Medina permitió una amplia apertura democrática, permitiendo la confrontación de distintas ideologías y la expresión de criterios diversos en torno a los problemas del país y a sucesos internacionales, incluso durante la
Segunda Guerra Mundial. Es precisamente durante el gobierno de Medina, gracias a la legalización de las agrupaciones políticas, cuyos grupos de origen habían tenido una vida política discontinua y accidentada debido a las limitaciones impuestas a los mismos en los períodos de Gómez y de López Contreras, que tienen su origen los partidos políticos modernos en Venezuela: Acción Democrática, formado por fracciones del Partido Democrático Nacional (PDN) del periodo lopecista, fue el primer partido en legalizarse al poco tiempo de asumir Medina la Presidencia, en el mes de junio de 1941.
Ese mismo año los
comunistas -que todavía eran ilegales- se agruparon en Caracas en la llamada Unión Municipal. Siguiendo su ejemplo, se formaron ligas similares -todas de tendencia comunista- en 11 estados del país y luego todas estas uniones se fusionaron en un gran partido a escala nacional llamado Unión Popular Venezolana, nombre que fue cambiado el 9 de octubre de 1945 a Partido Comunista de Venezuela, gracias a una reforma constitucional introducida por el gobierno de Medina. Otro partido, Acción Nacional, aparece en el panorama político en 1942; sus miembros, que procedían de la Unión Nacional Estudiantil y de Acción Electoral, se agruparon luego en COPEI (Comité de Organización Política Electoral Independiente). En mayo de 1943 los partidarios del gobierno se reunieron en una nueva agrupación que en septiembre de ese año dio origen al Partido Democrático Venezolano (PDV).
La actividad partidista se pudo desarrollar gracias al clima de respeto y de
libertad de expresión que supo imprimir a su gobierno el general Medina. La creencia que había entre los líderes políticos preocupados por el progreso de una democracia que apenas empezaba a cristalizar, de que el sufragio universal directo y secreto acabaría con todas las imperfecciones del sistema iniciado por López Contreras y continuado y profundizado por Medina, minimizaba los rasgos positivos del mismo en el aspecto electoral: la elección uninominal de concejales, que permitía a los votantes escoger como su representante a una persona realmente preocupada por los problemas de la comunidad y con la cual se sintieran plenamente identificados. Otro fue la renovación del Congreso por mitad cada 2 años. Fue intenso el movimiento electoral durante el gobierno del general Medina Angarita; bien para elegir popularmente concejales o bien para que los concejos municipales eligieran a los diputados y las asambleas legislativas a los senadores, lo cierto es que durante su período presidencial hubo elecciones todos los años.
Seguridad social, Derecho laboral e Infraestructura
La apertura política que permitió la legalización y actuación de los partidos facilitó, igualmente, la permanencia de los
sindicatos existentes y la legalización de los que se iban organizando. En el sistema de democracia burguesa que Medina estaba empeñado en fortalecer, junto a la oligarquía tradicional, apareció una nueva burguesía en proceso de crecimiento y una clase obrera más organizada y que, con la experiencia adquirida en años de represión, venía preparándose para hacerse sentir. Por ello, la democratización en la esfera sindical no se presenta en este período en términos de una lucha de clases, sino más bien, como una lucha partidista por el control de los sindicatos, entre los dos partidos de mayor arraigo popular en los inicios de la década de 1940: Acción Democrática y el Partido Comunista. Este enfrentamiento y las denuncias entre ambos bandos por el ventajismo alegado llevaron a que 93 sindicatos, junto con 3 centrales obreras, fueran disueltos por el Ministerio del Trabajo, por ser apéndices de un partido político.
Entre los aspectos de la política laboral del presidente Medina, merecen destacarse:
la puesta en marcha de la Ley del
Seguro Social Obligatorio, promulgada en 1940 con la creación del Instituto Central de los Seguros Sociales y el funcionamiento de la primera Caja Regional en 1944;
la ampliación de los servicios de cultura obrera;
la fijación de
salarios mínimos;
la abolición del trabajo nocturno en algunas industrias;
la reglamentación de la Ley de Sociedades
Cooperativas; y
la reforma parcial de la Ley del Trabajo y la promulgación del reglamento del trabajo en el campo.
Mención aparte merece la firma del primer
contrato colectivo para la industria petrolera, el 14 de junio de 1945, pero que no pudo ser presentada ante el Congreso en 1946, debido a la ruptura de la normalidad constitucional por el golpe de Estado del 18 de octubre del 1945. La firma de ese contrato colectivo constituyó uno de los mayores logros de Medina Angarita en materia laboral y vino a compensar a los trabajadores petroleros por la disolución de 14 de sus sindicatos.
En lo tocante a infraestructura, convirtió a Caracas en una ciudad moderna, eliminando los hacinamientos insalubres del centro de la ciudad y edificando en su lugar el
complejo urbanístico "El Silencio", diseñado por Carlos Raúl Villanueva y Francisco Narváez, financiando dicha construcción a través del Banco Obrero, también de su creación. Con ello comienza a cambiar el rostro de Caracas y se da inicio a la solución del problema de la vivienda para numerosas familias de la clase media: médicos, enfermeras, periodistas y empleados de comercios. El Banco Obrero, encargado de la ejecución del proyecto de El Silencio en Caracas, intervino también en la construcción de la urbanización "Rafael Urdaneta" en Maracaibo, cuyas 1.000 viviendas estaban a punto de terminarse en octubre de 1945. Medina estableció además el sistema de identificación ciudadana, obteniendo él mismo la cédula de identidad con el número 1.
Educación
Al igual que con otros presidentes, la educación fue uno de los sectores más criticados de la gestión del presidente Medina. Sin embargo, mucho se hizo durante su período para desarrollarla tanto cualitativa como cuantitativamente. Rafael Vegas, último en asumir el Ministerio de Educación, dio un notable impulso a este respecto: 250.000 niños acudieron a las escuelas primarias y 97 liceos impartieron educación secundaria en todo el país. El analfabetismo redujo sus cifras en un 50% al final de su mandato.
En cuanto a la reforma universitaria, expropió los terrenos de la hacienda «Ibarra» y en ese lugar, también con la colaboración de Carlos Raúl Villanueva, edificó la
Ciudad Universitaria de Caracas, campus principal de la Universidad Central de Venezuela, con la finalidad de dotar de una nueva infraestructura a la principal casa de estudios superiores del país. Fundó el Instituto Politécnico de Agricultura.
Economía y política fiscal
A ese cambio estructural en las esferas política, social y laboral que se inicia durante el gobierno de Medina Angarita, se añade un cambio de idéntica índole en el campo legislativo, realizado a través de 3 reformas:
La Reforma Fiscal con la Ley de
Impuesto sobre la renta (1942); cuyo objetivo fue establecer tributaciones progresivas para así proteger a los sectores menos adinerados, reduciendo los impuestos indirectos que hasta entonces recaían por igual en personas con ganancias muy pequeñas o abultadas, como los de la gasolina y de la sal.
La Reforma Petrolera con la Ley de Hidrocarburos de 1943, que extendía por 40 años más las concesiones a las empresas extranjeras. Medina, consciente de que en aquella época Venezuela no poseía personal capacitado para tomar el control de la industria petrolera, estimaba sin embargo que para 1983 ya existiría una generación suficientemente preparada para ello. Esta ley tuvo como elementos esenciales:
La unificación de la legislación aplicable a las concesiones, mediante la adaptación y conversión de contratos otorgados bajo leyes anteriores;
El aumento de la participación del Estado venezolano al 50% de dichos beneficios, estableciendo además la obligación para los concesionarios de pagar, no sólo los impuestos consagrados en dicha ley, sino todos los impuestos generales que se establecieren, por lo que las compañías petroleras quedaron sujetas desde ese momento al pago del impuesto sobre la renta.
La transformación del transporte por oleoductos en un servicio público;
La obligación por parte de las empresas de llevar su contabilidad en Venezuela y de suministrar al Estado los informes técnicos relativos a las regiones estudiadas;
La suspensión de las exoneraciones aduaneras como un derecho adquirido.
La fijación de un plazo, hasta que terminara la Segunda Guerra Mundial, para
refinar en territorio venezolano el petróleo producido en el país, vieja preocupación del presidente Medina a la cual opusieron resistencia las petroleras hasta el último momento.
La Reforma Agraria con la Ley de
Reforma Agraria de 1945. No se pudieron conocer los resultados porque fue puesta en vigencia el 20 de septiembre de 1945 y quedó en suspenso al producirse el golpe de estado el 18 de octubre del mismo año; pero estaba orientada a inducir cambios sociales al promover la redistribución de la tierra para incorporarla al proceso productivo del país.
Además de las 3 leyes mencionadas, el general Medina creó, en noviembre de 1944, una junta ad honores que se encargaría del estudio y otorgamiento de créditos destinados a fomentar la producción del país y que se denominó «Junta de Fomento de la Producción Nacional», destinada a proseguir la línea de cambios en las estructuras económicas del país y diversificar la economía, fuertemente monoproductora. Posteriormente se cambió el nombre de la Junta de Fomento por el de
Corporación Venezolana de Fomento, en 1947, la cual absorbió el capital inicial de la junta creada por Medina.
DIPLOMACIA Y POLÍTICA EXTERIOR
Las relaciones exteriores en el periodo de Medina estuvieron conducidas por dos cancilleres:
Caracciolo Parra Pérez y Gustavo Herrera. Medina fue el primer presidente venezolano que, en ejercicio de sus funciones, sale al exterior en visita oficial. El 17 de julio de 1943, da comienzo a una gira por las naciones bolivarianas: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá, correspondiendo así a las visitas de estado hechas a Venezuela por los presidentes Manuel Prado Ugarteche, de Perú; Alfonso López Pumarejo, de Colombia y Carlos Arroyo del Río, de Ecuador, en 1942; y de Enrique Peñaranda, de Bolivia y de Higinio Morínigo, de Paraguay, en 1943; estableciéndose una nueva modalidad en las relaciones de los países latinoamericanos en la búsqueda de unidad de intereses comunes y de acción conjunta.
En enero de 1944, Medina visita también
Estados Unidos y se entrevista en Washington con el presidente Franklin Delano Roosevelt, con ocasión de discutir el apoyo venezolano al esfuerzo aliado en la Segunda Guerra Mundial y ofrecer el punto de vista venezolano respecto al cambio de soberanía de Aruba y Curazao. Durante la administración de Medina, Venezuela establece relaciones con China en 1943 y con la Unión Soviética en 1945; asiste a la reunión de cancilleres en Río de Janeiro en 1942, a la de Conferencia de Chapultepec en 1945 y a la firma de la Carta de las Naciones Unidas en San Francisco, en junio de ese mismo año.
Derrocamiento
El general Isaías Medina Angarita fue derrocado el 18 de octubre de 1945 por un
golpe cívico-militar perpetrado por militares de las nuevas promociones, reunidos en la Unión Patriótica Militar, en asociación con líderes de Acción Democrática, entre los que destacaba Rómulo Betancourt. Sucedió que el mismo movimiento que Medina había dado al país, con los cambios sustanciales producidos por nuevas leyes y el goce de todos los derechos ciudadanos sin limitación alguna, lo arrolló cuando le faltó la determinación de conceder el sufragio universal directo y secreto para la elección presidencial, causa esgrimida por los civiles que participaron en el golpe, para justificarlo.
Los militares jóvenes -dirigidos por
Marcos Pérez Jiménez-, a su vez, tenían sus propios motivos para insurgir contra el gobierno de Medina: se quejaban de los bajos sueldos que devengaban, de que se les negaban ascensos merecidos y en cambio, se ascendía a los viejos que ellos llamaban «chopos de piedra», de la falta de equipos modernos en las Fuerzas Armadas; algunos de los oficiales conjurados mostraban resentimiento por la firma del Tratado de Límites de 1941 con Colombia, realizada durante el gobierno de Eleazar López Contreras cuando Medina era Ministro. Todos estos motivos, unidos a la división en las filas del PDV por la aparición de la candidatura del general López Contreras; a la enfermedad del candidato auspiciado por Medina -y al parecer, aceptada por Acción Democrática-, Diógenes Escalante, que impidió el progreso de su candidatura; a la falta de consenso en torno al nuevo candidato del PDV, Ángel Biaggini; a la poca simpatía que despertaba el gobierno de Medina en los círculos petroleros y diplomáticos norteamericanos por la promulgación de la Ley de Hidrocarburos de 1943 y por el apoyo que recibía de los comunistas, precipitaron el golpe del 18 de octubre.
Medina fue la víctima de una insurrección contra un sistema de gobierno que él heredó, democratizó y modernizó. Fue apresado y expulsado del país, radicándose en la
ciudad de Nueva York. Durante su residencia allí, en mayo de 1952, sufrió un accidente cerebrovascular, a raíz del cual, quedó con una hemiplejía izquierda. Se le autorizó regresar a Venezuela teniendo en cuenta su estado de salud, falleciendo finalmente un año después, a la edad de 56 años.
En:
http://es.wikipedia.org/wiki/Isaías_Medina_Angarita

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