miércoles, 3 de abril de 2013

LA MISION CHILENA EN COJEDES


María de Jesús Romero de Matute

¡Señor!  Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe: que lleve el nombre de maestra que tú llevaste por la tierra. Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.
Gabriela Mistral

En el  año de 1936, durante la presidencia del general Eleazar López Contreras, llegó a San Carlos la Misión Chilena (1), cuyo jefe fue el profesor Oscar Vera, con el objetivo de capacitar a los maestros del estado Cojedes en las nuevas corrientes pedagógicas, con la llamada Escuela Nueva. Esa misión llegó a Venezuela por invitación del escritor Mariano Picón Salas (2 y 3), quien tenía un alto cargo en el Ministerio de Educación. Uno de los más importantes representantes de esa misión fue el profesor Humberto Parodi, quien vino varias veces a San Carlos y se quedo a vivir en Venezuela; recuerdo que mis hijos estudiaban física y matemática con sus problemarios. Mi tía Mercedes Marvez, quien para ese entonces tenía una escuelita de primeras letras que funcionaba en los corredores de la iglesia de San Juan,  aunque solo había estudiado hasta cuarto grado, fue seleccionada para hacer el curso, el cual duró todo el año escolar (1936-1937). Tía Mercedes se entusiasmo mucho con el curso pues pensaba que si se formaba mejor a los maestros, los niños tendrían mejor educación.
Las clases se dictaban en la Escuela Granja Aníbal Dominicci, en el llamado Campo de Aviación, en las afueras de San Carlos. A ese curso asistieron, con carácter obligatorio, todos los maestros del estado.  Los maestros no tenían residencia; maestros y maestras se alojaron en casas de familia amigas.
Mi tía Mercedes me pidió que la acompañara, pues la escuela quedaba distante de la Casa Grande. Como era un poco lenta escribiendo, también me pidió que le tomara los apuntes, lo cual realicé con mucho gusto, pues ese año no pude estudiar el quinto grado debido a que no me dejaban ir a la nueva escuela mixta del Campo de Aviación, pues según Santiago, el esposo de mi madrina Juanita, las niñas no debían mezclarse con los hombres. Y era una gran oportunidad para aprender cosas nuevas, lo que a mis trece anos me parecía maravilloso. Las clases eran de ocho a doce y de dos a cinco, en el patio, debajo de los árboles. Todos los días íbamos a pie dos veces al día desde la Casa Grande en la calle Amargura número 3 (hoy calle Libertad) hasta la Escuela Granja Anibal Dominicci en el Campo de Aviación.
En esas clases se hablaba de  métodos tradicionales y nuevos métodos para dar clase. Lo que se llamaba pedagogía activa. Yo oía aquello de que “la letra con sangre entra”, es verdad, aunque no lo viví, y  había escuchado acerca de los castigos corporales, de las planas interminables, de los regaños, de la regleta; pero debo confesar que las maestras que había conocido hasta entonces nunca hicieron eso, eran unas damas de suave carácter, aunque si era necesario nos reprendían con firmeza; y estos maestros hablaban sobre el respeto a los niños y niñas, como dicen ahora, que debíamos estudiar todos juntos, hembras y varones, aunque ya la escuela mixta había comenzado en San Carlos, que la escuela debía formar en el espíritu democrático, en la solidaridad y que los niños y niñas debíamos ser tomados en cuenta,  que la escuela era todo, no sólo el aula de clase y que debía formar para la libertad. Recordaba cómo las señoritas Isabel Cisneros y Blanca Meza nos habían enseñado a sembrar planticas de maíz para adornar los nacimientos, a sembrarlas con una estaca, a bordar, a pegar un botón, a hacer un ojal y, sobre todo en la casa de la señorita Cisneros, veíamos a sus hermanas trabajar haciendo tortas, dulces, vendiendo y nosotras divirtiéndonos en el patio; doña Socorro, la mamá de la señorita Meza era una mujer hacendosa, de vez en cuando nos hacía un dulce o un carato de guanábana. Y en la Casa Grande todas las mujeres que allí vivían muchas cosas me enseñaron; José Manuel, un hijo de mi papá José Antonio me enseñó las cuatro reglas de aritmética: sumar, restar, multiplicar y dividir. Pensé que mis maestras, su familia y los miembros de mi familia afectiva se parecían mucho a lo que los maestros chilenos querían: cualquier lugar era bueno para aprender, lo que ahora llaman la escuela para la vida.
Los maestros chilenos vivían en la escuela granja, y poco se relacionaron socialmente en el pueblo; casi ni salían. Todos eran hombres y vestían igual: pantalón y camisa de color beige y sombrero.
Para el acto de fin de curso, el profesor Guillermo Fuentes, director de la Escuela de Varones Carlos Vilorio, como sabía que me gustaba la actuación, seleccionó una poesía de Gabriela Mistral (4), “La maestra rural” (5), para que yo la declamara. Sólo recuerdo estos versos:
La Maestra era pura. «Los suaves hortelanos», decía,
«de este predio, que es predio de Jesús,
han de conservar puros los ojos y las manos,
guardar claros sus óleos, para dar clara luz».
La Maestra era pobre. Su reino no es humano.
(Así en el doloroso sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!
La Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y enrojecida,
tal sonrisa, la insigne flor de su santidad.

Buscamos en la Internet y mi hija Hedilia la localiza y me la lee; me emociono. La colocamos al final para que la disfruten.
Con la despedida de la Misión Chilena, presentí que una nueva etapa comenzaba para la educación en San Carlos, en el estado Cojedes y en Venezuela. Mi tía Mercedes fue nombrada maestra en la escuela de Apartaderos viviendo dos años fuera de San Carlos, aunque venía con cierta frecuencia. Los maestros de la Mision Chilena recomendaron al gobierno del estado darme una beca para que yo pudiera estudiar en la Escuela Rural El Macaro. Pero nuevamente en casa de mi familia afectiva no me dieron permiso por el mismo motivo: las ninas y varones deben estudiar separados; no es conveniente que Maria de Jesus se vaya a El Macaro. Entonces conseguí mi primer trabajo en la Estación de Malariología. El primer maestro sancarleno egresado de la Escuela Rural El Macaro fue mi amigo Telmo Parra, que si pudo estudiar alla. A mis trece años, no sospechaba que los conocimientos adquiridos con la Misión Chilena me iban a ser tan útiles en un futuro cercano cuando trabajara como maestra y luego como directora de la Escuela de Labores Femeninas, aunque no me dieran el diploma.
     (1) En el principio fue la primera misión chilena de educadores que invitó Mariano Picón Salas a la Caracas convulsionada de 1936. Después de cuatro meses de estudios y de trabajo intensos, ella hizo posible que se crease el Instituto Pedagógico Nacional el 30 de septiembre del mismo 1936, hace ahora 65 años. El decreto lo firma el general Eleazar López Contreras, presidente de la República. El ministro de Educación era el doctor Alberto Smith y el director de Educación Secundaria, el profesor Augusto Mijares. Esa primera misión chilena la presidía el profesor Oscar Vera.
GÓMEZ GRILLO, Elio (2002). El Padre Pedagógico: 65 años. Educere, abril-junio, año/volumen 6, número 017. Universidad de los Andes. Mérida. Venezuela. Pp. 91-92. En: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/356/35601716.pdf
(2)
Últimas Noticias Domingo 30 de Junio de 2002

MEMORIAS DEL SIGLO XX
1936: El Pedagógico, un conflicto

Ramón J. Velásquez

PICÓN SALAS Se le confió la organización del instituto.
CADENA CAPRILES

Como una de las más importantes iniciativas del Presidente López Contreras, en 1936, en materia de política educativa se considera la creación del Instituto Pedagógico Nacional. El proyecto de este Instituto lo presentó al Consejo de Ministros, Caracciolo Parra Pérez, uno de los redactores del programa de febrero y quien fue el segundo Ministro de Instrucción Pública en el gobierno de López Contreras propuso el cambio de nombre del despacho por el Ministerio de Educación.
Se confió a Mariano Picón Salas, superintendente de Educación, la organización del nuevo Instituto. Picón Salas regresaba de Chile en donde había permanecido durante diez años y había participado de manera destacada en el mundo universitario y literario del país austral. Picón Salas presentó un estudio acerca de Institutos semejantes que funcionaban en Chile, Argentina, Francia y al destacar los avances de la educación en Chile, propuso la contratación de una misión fundadora del pedagógico, integrada por profesores de dicho país, iniciativa que fue aprobada.
En la proposición de Parra - Pérez Picón Salas sobre la creación de un Instituto de esta naturaleza destacan como hecho negativo, la circunstancia de no existir en Venezuela la Carrera del Profesorado y el hecho que el Ministerio de Educación continuara a mediados del siglo XX utilizando las mismas prácticas del siglo XIX, al confiar tarea tan importantes, a personas que carecían de formación pedagógica y que simplemente, en el mejor de los casos, iban a mal repetir las páginas de un texto.
Al mismo tiempo, reconocían el valioso trabajo realizado en la cátedra en diversas regiones del país por un grupo reducido de personas, que en su mayoría eran bachilleres y no habían podido viajar a Caracas a continuar estudios universitarios por carecer de recursos.
La primera Misión Pedagógica Chilena, llegó presidida por el profesor Manuel Mandujano e integrada por los profesores Humberto Parodi, Horacio Aravena, Oscar Vera, Daniel Navea, Armando Lira, Oscar Marín y otras figuras chilenas de probada competencia, en el manejo de diversas disciplinas pedagógicas. El anuncio de la presencia de un grupo numeroso de educadores chilenos y de la creación de un instituto destinado a formar el profesorado, fue rechazado de inmediato por los sectores católicos, pues veían un plan de penetración de las corrientes marxistas en la formación de las nuevas generaciones venezolanas.
Esta actitud de rechazo la encabezaron dos periódicos: "La Religión" y "La Esfera" de Caracas, que apoyaban la campaña de denuncia de las organizaciones de educadores católicos encabezados por los profesores Tomás V. González y Cavallieri Sanoja. En defensa de la iniciativa oficial tomaron posición "El Heraldo" y "Ahora" y la Federación de Maestros de Venezuela.

La polémica adquirió tonos de violencia y obligó al nuevo Ministro de Educación, Ingeniero Alberto Smith, a explicar las razones que justificaban las medidas tomadas por el gobierno, que ya estaban en ejecución.
"La Religión" en uno de sus editoriales decía que: "se está procurando introducir en las escuelas una tendencia atea, a través de la Federación de Maestros que pretende ir de pueblo en pueblo para conquistar maestros sumisos, que son los de la escuela laica e imponer el monopolio del Estado en la enseñanza que preconizan los chilenos, valiéndose de muy viejos argumentos".
Agregaba el diario católico: "los chilenos se llaman misión, ¿Cuál misión?". Humberto Cuenca, jurista y profesor universitario, respondía a los argumentos de quienes atacaban la Misión: "cuando se trabajaba para la fundación del Instituto Pedagógico, a cada momento esperábamos el zarpazo trágico que viniera a derrumbar otra esperanza para nuestra redención cultural, pero como no les fue dado pasmar el proyecto, ahora aparecen en todo el horror de su descaro, así sea en una caricatura que expone el panorama espiritual de quienes insultan desde la sombra".
"La Religión" replicaba el 19 de agosto de 1936: "no es pues doctrina de escuela nueva (la de misión chilena) como quieren hacerlo creer. Repetimos que este monopolio educativo del Estado solo se ha podido establecer en Rusia, México y en España, hasta donde les fue posible. Al reconocido político español Manuel Azaña, en forma tiránica que es como se impone siempre este principio, "El Heraldo" le replicaba: "dejemos trabajar a la Misión Pedagógica Chilena, dejemos que abra sus alforjas de buena voluntad y que nos muestra los que en ella trae".
La Misión chilena creyó de su obligación responder a la campaña y en una parte de su protesta declaraba: "no somos aficionados sino profesionales de la enseñanza, no rechazamos, ni tememos la crítica, al contrario la deseamos, pero exigimos que sea a base de elevados propósitos". Y agregaba: "el hecho que el gobierno venezolano nos haya llamado espontáneamente, nuestro viaje iniciado bajo excelentes auspicios y el conocimiento que tenemos de la tradicional cultura venezolana, nos daban derecho a pensar que jamás se iría usar por un grupo de personas, armas tan innobles en contra nuestra y de nuestro país".

Difíciles fueron los comienzos del Instituto Pedagógico Nacional que ya cuenta con sesenta y siete años de magnífica labor y cuya sucesiva promociones han sido un signo del indiscutible avance cultural venezolano.
La polémica que envolvió a la Misión Pedagógica Chilena a su llegada a Venezuela y las críticas a la creación de un Instituto para la formación profesores era otra expresión de la atmósfera de enfrentamiento y de la tensión creada por sectores de la educación y de la cultura venezolana, planteada con motivo de la presentación en el Senado, meses antes, de un Anteproyecto de Ley de Educación por el joven Senador Luis Beltrán Prieto Figueroa.


(3) MARIANO PICÓN SALAS, EDUCADOR HISTORIADOR LATINOAMERICANO

Luis Rubilar Solís




Sobre Educación y Cultura en Venezuela y América Latina
Generalmente, al tratar estos temas, a pesar de la intención autonomista, nuestro acervo teórico se nutre y discurre desde modos y esquemas foráneos, olvidando la presencia y vigencia de lo propio, especialmente de aquéllos quienes nos precedieron en la preocupación identitaria social e hicieron lo suyo en pro de sus ideales latinoamericanistas.
Esto es dramáticamente cierto en este tiempo de comienzo secular en que los dictámenes emanados del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional son los que pautan y orientan, con sus mercantiles criterios, las prácticas sociales, tanto culturales como comunicacionales en nuestros países. Y, por supuesto, las "reformas educativas, con vistas al siglo XXI", implantadas hegemónica y obsecuentemente por los gobiernos nacionales.
Incluso, para algunos tecnócratas y retransmisores de lo microscópico y funcional "pedagógico", y para otros arropados en la globalización o en el postmodernismo, resulta anacrónico, inconveniente, cuando no vergonzoso, aludir a los aportes de nuestros propios pensadores, educadores e historiadores, quienes han insistido en superar nuestra realidad educativa y cultural. Muchos conceptos importados, tales como multiculturalismo, estudios culturales, postcolonialismo, historia oral, biodiversidad, y tantos otros, han sido ya tratados con afincamiento en la propia realidad latinoamericana, desde el propio Bolívar; pero se prefiere "pensar, leer y soñar en inglés", a beber primero de las propias fuentes que han venido nutriendo nuestro imaginario colectivo.
Por nuestra parte, plantearnos como tarea prioritaria, en lo nacional y regional amerindiano, el rescate y revalorización de sus postulados para, desde ellos, actualizándolos, proseguir su sinérgica empresa macrosocial y proyectar el destino de sus mensajes, la mayoría de ellos con plena vigencia histórico-cultural. Como un caso paradigmático de lo antedicho, queremos destacar en esta presentación el nombre y la producción de un venezolano, educador por excelencia y fundador de fundaciones culturales, amén de su condición de escritor e historiador latinoamericano: Don Mariano Federico Picón Salas (1901- 1965).
EL PERSONAJE Y SU FORMACIÓN VENEZOLANO-CHILENA
Luego de completar los niveles primario y secundario en su Mérida natal, arropado por la centenaria Universidad de Los Andes, MPS viaja a Caracas para estudiar Derecho (UCV); pero motivos políticos y económicos determinan que deba emigrar de su país, y vivir un largo exilio (1923 - 1936) en Chile, donde "porque llegué tan joven, se acabó de formar el hombre (1962: 1.389). Trabajó en el Instituto Nacional (inspector) y en la Biblioteca Nacional (con la ayuda solidaria de don Eduardo Barrios), mientras paralelamente estudiaba Historia en el Instituto Pedagógico (1924/1928, U. de Chile, obteniendo con distinción el título de Profesor de Estado). Don Mariano se forja y ejerce como docente-investigador en la misma "escuela" de Historia a la que pertenecieran el maestro Luis Galdames y el destacado intelectual costarricense Carlos Monge Alfaro.
De su motivación por la carrera docente nos cuenta:
"La idea de estudiar Pedagogía en Historia acaso enrumbaba por un camino útil mi nostalgia de desposeído, o convertía mi insuficiencia en deseo de servir a los demás, no sólo a través de una obra literaria presuntuosa o narcisística, sino como modesta tarea del que se pone a dialogar con un gran grupo de muchachos y a comunicarles lo que aprendió... Era llegar más allá en el oficio de escritor, porque nada tiene tanta fuerza carismática como la palabra o el ejemplo directo... Tanto como escribir he amado mi profesión de maestro... Me dio una felicidad que nunca observé en tanto turbados poderosos que ignoraban qué hacer con su hastío... Aquella profesión parecía, además, un propósito para servir a mi tierra cuando pudiera regresar..." (1983: 576)
Esta confesión es importante para comprender los roles y producciones que en el campo educativo y cultural le cupo desempeñar y gestar a don Mariano. Aquí reivindica el vapuleado rol docente en nuestras sociedades, y no sólo se identifica como profesor gratificado y gratificante sino, además, deja clara su querencia por la patria venezolana, y su percepción de la andadura chilena como "errancia" (...)
De aquellos tiempos anarquistas, ligados a la fundación del Partido Socialista de Chile (Revista "Índice"), el de Salvador Allende y Ricardo Lagos, ha quedado un catastro mnémico que muchos chilenos han desplegado en homenajes y redibujado en escritos (desde ciudad de México hasta Concepción). El perfil más completo fue realizado por Guillermo Feliú Cruz, su maestro y biógrafo (1970). Pero, tal vez, en lo real y en lo semiótico, lo más significativo durante aquella etapa haya sido su contacto con Pablo Neruda: "En la Federación de Estudiantes y en el Instituto Pedagógico encontré muchachos de las más variadas patrias americanas y me llevaron a contarles la tragedia de Venezuela... y allí vi y oí por primera vez a un joven largo, de descoyuntados pasos y de voz melancólica, que se llamaba Pablo Neruda" (1962: 1392). Y el chileno rememoró y dejó inscrito el nombre del venezolano en su universo poético: "A Venezuela amé, pero no estaba/... llamé y llamé, no respondía nadie,/ no respondió la patria sumergida/... sin encontrarla me pasé los días / hasta que Picón Salas de Caracas/ llegó a explicarme lo que sucedía" (1960: 43).
El Retorno y sus Producciones
Cumplidos recién sus 35 años, recién reinserto en Caracas, Picón Salas es designado Superintendente de Educación y, bajo el Ministerio de don Rómulo Gallegos, solicita –siguiendo el cauce de Costa Rica, en 1935– y obtiene la contratación de una Misión Pedagógica chilena (la cual se renovaría en 1938) y, casi paralelamente, funda el Instituto Pedagógico Nacional (aprobado por Decreto de 30-IX-1936). A pesar de las acérrimas y ácidas críticas tildándolo de "chilenizante" o "socializante", el instituto echa a andar, y ahorita ya ha cumplido 64 años, en su tarea formadora de docentes, con más de 16.000 egresados de  todo el país.
Conflictos políticos lo aventarán nuevamente, esta vez hacia Europa, y luego nuevamente al cono Sur (Argentina y Chile), hasta que su amigo Caracciolo Parra León, entonces Ministro de Educación, lo convence para asumir la Dirección de Cultura y Bellas Artes, desde la cual funda y dirige la prestigiosa Revista Nacional de Cultura (1938). En ella escribe sus propios aportes, tanto en las sucesivas editoriales llamando a retomar la conciencia unitaria nacional y a acrecentar la Cultura, como sesudos y entusiastas artículos, plenos de "saber pedagógico".
Al compás de los altibajos antitéticos de la política, (des)viviendo su "nomadismo" a través de viajes y exilios, su patria lo nombra y lo honra, no sólo ostentó cargos y funciones públicas para su patria; fue, sin duda, uno de los escritores que mejor la expresó. Por ejemplo, así describe ese peculiar rasgo igualitario ("tuteo") que connota su carácter social: "Psicológicamente, al menos, el venezolano ha logrado –como pocos– una homogeneidad democrática" (1962: 206).
Entre los muchos juicios que se han predicado sobre don Mariano, recogemos como muestra sólo uno de ellos, el de Guillermo Sucre, encargado de la edición de sus obras en Editorial Biblioteca Ayacucho: "Ha sido el más grande fundador de empresas culturales realmente valiosas en Venezuela".
EL IDEARIO PEDAGÓGICO
Las vicisitudes de la "aventura venezolana" no sólo marcaron una sólida impronta "democratista" expresa en su obra literaria sino, muy fuertemente, en su pensamiento educativo. Si bien toda su producción y acciones fueron, de suyo, aleccionadoras, con intención comunicativa y axiológica (de aquí, el "ensayo"), con profundo amor venezolanista y compromiso latinoamericano, una buena parte de ellas se refirieron y centraron específicamente en el campo educacional. La Educación fue siempre para MPS el problema prioritario para nuestras naciones y, en particular, para su Venezuela.
Tras la "catalepsia histórica", durante las décadas de Gómez, "el gran caimán", entendió, como ninguno, que era necesario afianzar cuanti y cualitativamente la educación formal e informal y la cultura popular, deber para con un pueblo acreedor, no sólo para lograr la necesaria productividad económica sino, fundamentalmente, la aún más necesaria mentalidad democrática, tras tantos años de "cesarismo". Concebía la democracia como un "problema de cultura colectiva" (...)
Sus postulados respecto a la Educación recogen legados anteriores y se proyectan en una escala de práctica social: privilegian su sentido histórico-social y axiológico, o sea, político, y ya no meramente instruccional, tecnocrático o retórico (como plantea hoy Humberto Maturana, 1995); preconizan su necesario afincamiento como motivación psicosocial y acto intencional, tanto personal como grupal, y ya no repetición o adopción acrítica de esquemas externos (en sentido "freiriano", 1997); afirman su trascendencia humanista, en tanto forma hombres creativos e integrales, y no mecánicos consumidores en la inmanencia individualista y telemáquica (de acuerdo a lo planteado por Manuel Castells, 1998).
Hay mucho más en la producción de M.P.S., valioso y válido para afrontar los desafíos de la Educación actual en "Nuestra América" (José Martí, 1891), con diacrónica y dramática vigencia. Su preclaro y realista diagnóstico respecto a la América Latina, varias décadas mediante, continúa sin tratamiento ni pronóstico: "Sobre el contraste muy hispanoamericano de tremendas desigualdades de riqueza y miseria, de cultura e ignorancia, corre nuestro desnivel social (Suma de Venezuela , 1966: 78). Porque don Mariano Picón Salas, a la vez heredero, albacea y comunicador de lo nuestro, es tarea inconclusa y "ensayo inacabado" (J.M. Siso Martínez, 1971), debemos ir a su rescate para abonar las raíces propias y diferenciales sobre las cuales puedan construirse proyectos educativos nacionales y de la Región.
Más en profundidad, véase su aporte para la "comprensión" de Venezuela y del "misterio" de América, en su consagrada De la Conquista a la Independencia (1944), en la cual recurre al "hondón de la historia". Su concepción de la Historia recogiendo la categoría "totalidad" y el criterio "interdisciplinario", exigiendo "originalidad" y no mera copia de lo europeo (como predicaba y actuaba don Simón Rodríguez), y proponiendo la superación del "positivismo", significó un hito crítico para la historiografía venezolana; a la vez, también, un soporte para echar las bases para un proyecto educativo alternativo, social-humanista y popular, en el cual se inscribiera con la letra y con la acción de quien ejerce "esa primordial profesión de llamarse venezolano". Trascendiendo lo instruccional o tecnológico su discurso pedagógico apunta y urge al cumplimiento esencial de (re)construir las identidades nacionales y la regional, en función de valores democráticos y humanistas: "La idea ecuménica indoamericana, que ya para nosotros no es sueño de visionario, sino la única posibilidad de vivir".
Mariano Picón Salas, como otros connotados hombres-sillares de la mansión cultural latinoamericana nos lega un patrimonio de pertinencia y pertenencia acoplado a lo nuestro, no ajeno, legitimado por el idioma e historia comunes y, por tanto, resulta justo y necesario advocarlo(s) en el momento de repensar y planificar caminos innovadores, autónomos e integrados para la Educación y la cultura en esta América morena. Caminos que, asimilando críticamente lo exógeno, no lo extrapole imitativamente ni desvalorice lo propio y sus milenarias raíces.



Sobre Mariano Picón Salas, puedes consultar también el siguiente enlace:








(4) GABRIELA MISTRAL



A continuación, una biografía de Gabriela Mistral del Centro Virtual Cervantes:

Lucila Godoy Alcayaga, que más tarde adoptará el seudónimo de Gabriela Mistral, nace en Vicuña, pequeña población del valle de Elqui (Chile), el 6 de abril de 1889. Hija del maestro de escuela Juan Jerónimo Godoy y de la modista Petronila Alcayaga, su infancia transcurre entre las aldeas de La Unión y Montegrande, adonde se traslada su madre tras ser abandonada definitivamente por su esposo en 1892. Las canciones campesinas, el ambiente bucólico de una humilde casa rural situada en el valle de Elqui y las enseñanzas de su hermanastra Emelina Molina Alcayaga son las principales influencias durante esos tempranos años en los que descubre la naturaleza genésica con la que se identifica: montañas, ríos, frondosos árboles, frutas, pájaros y flores de colores fantásticos que rondarán su mundo poético.

Abandonada por el padre, esta mujer de naturaleza enfermiza pero recia voluntad supo encontrar desde muy temprano en la poesía la forma de trocar en canto su sufrimiento y su dolor. Tenía tan solo 11 años cuando la injusta acusación de haber robado el material didáctico que le habían encargado la hizo salir apedreada por sus compañeras de la escuela de niñas de Vicuña. De allí se retiró para ser educada por su hermanastra, quien supo orientar su formación pedagógica y alimentar con su ejemplo la vocación docente de Gabriela. La presencia de Emelina, 15 años mayor que ella, unida a la de su abuela Isabel Villanueva, quien le transmitió el conocimiento de la Biblia, serán las imágenes familiares más influyentes en la vida de la poeta y aparecerán más tarde unidas en un único e indisoluble recuerdo: «La Maestra era pura. ‘Los suaves hortelanos’, / decía, ‘de este predio, que es predio de Jesús / han de conservar puros los ojos y las manos, / guardar claros sus óleos, para dar clara luz’».
En este proceso de formación autodidacta resultará igualmente fundamental el contacto con el periodista Bernardo Ossandón, quien le permite acceder libremente a su magnífica biblioteca y conocer la poesía de Federico Mistral, los novelistas rusos y la prosa de Montaigne, y le brinda su orientación y su apoyo hasta el momento en que Gabriela publica en el periódico El Coquimbo sus primeros artículos y sus primeros versos, con el nombre de Lucila Godoy.
A los 16 años decide seguir la carrera de maestra, para lo que solicita su ingreso en la Escuela Normal de La Serena; pero es rechazada porque sus ideas, que habían aparecido reflejadas en algunos artículos periodísticos, son consideradas ateas y contraproducentes para la actividad de una maestra destinada a formar niños. Gabriela reclama entonces sus derechos y hace suya la voz de las mujeres de Chile al publicar en La voz de Elqui su artículo «La instrucción de la mujer», en el que exige que todas las mujeres tengan derecho a la educación, y con el cual consigue su nombramiento.
A partir de este momento emprende su tarea de maestra, que la lleva en pocos años del valle de Elqui a la región sureña de la Araucanía y de allí a las montañas que rodean la ciudad de Santiago en un viaje que le permite captar en toda su diversidad la naturaleza de su verde país e identificarse con la entrega y el servicio a los humildes a través de su vocación docente: «La Maestra era pobre. Su reino no es humano. / (Así en el doloroso sembrador de Israel.) / Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano / ¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!».
Son, sin embargo, las experiencias del amor y de la muerte las que van a marcar de forma más definitiva el alma de Gabriela; tenía tan solo 20 años cuando el suicidio de su novio, el joven ferroviario Romelio Ureta Carvajal, viene a dejarle una impronta de angustia y de dolor que aparecerá reflejada posteriormente en sus Sonetos de la muerte: «Te acostaré en la tierra soleada con una / dulcedumbre de madre para el hijo dormido, / y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna / al recibir tu cuerpo de niño dolorido».
Más tarde vendrán otros amores, como el vivido con el poeta romántico Manuel Magallanes Moure, que se encontraba entre el jurado que la premió en los Juegos Florales de Santiago en 1914, y a quien dirige una encendida correspondencia amorosa en la que expresa su soledad y su dolor. A partir del reconocimiento obtenido en este certamen comienza en la vida de Gabriela una etapa fecunda y creativa: publica algunos poemas en la revista Sucesos y entra en contacto con el poeta Rubén Darío, quien publica en la revista Elegancias de París su poema «El ángel guardián» y el cuento «La defensa de la belleza».
Empieza a publicar muchas de sus composiciones: «Los sonetos de la muerte» salen a la luz en la editorial Zig-zag, y en la revista de Educación Nacional aparecen los poemas «La maestra rural», «Plegaria por el nido» y «Redención»; además se la incluye en prestigiosas antologías como la de poetas chilenos, Selva lírica, preparada por Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya. Estas primeras incursiones en las letras van a verse avaladas más adelante por un crítico de la categoría del español Federico de Onís, quien dicta una serie de conferencias sobre su obra a profesores españoles y norteamericanos en la Universidad de Columbia y consigue que el Instituto de las Américas de New York publique en 1922 su primer libro, Desolación. Su verso desnudo, que se opone a la poesía aristocratizante del modernismo, se encuentra, como bien ha señalado Consuelo Triviño, impregnado de un panteísmo en el que la geografía americana llega a ocupar un lugar sagrado y por medio del cual la poeta, que no aspira a captar la belleza de las cosas sino la esencia misma de la vida, empieza a ser conocida en todo el continente.
El filósofo José Vasconcelos la invita a México a colaborar con la reforma educativa y desde ese momento inicia una existencia itinerante que la lleva a Estados Unidos y luego a Europa en un periplo en el que su vida de madre y amante frustrada encuentra en la labor docente y en la poesía la forma de exorcizar su dolor. Durante estos años de constante errancia dicta conferencias en diferentes universidades y se relaciona con algunos de los intelectuales más sobresalientes de su tiempo: Giovanni Papini, Henri Bergson, Paul Rivet y Miguel de Unamuno, entre otros. Ocupa cargos importantes en representación de su país en España, Portugal y Francia, y mientras recorre esos países cargados de tradición y de historia siente que las raíces que la ligan a su tierra crecen con la distancia como un árbol frondoso que se niega a desarraigarse fácilmente del lugar donde ha crecido:
En el campo de Mitla, un día
de cigarras, de sol, de marcha,
me doblé a un pozo y vino un indio
a sostenerme sobre el agua,
y mi cabeza, como un fruto,
estaba dentro de sus palmas.
Bebía yo lo que bebía,
que era su cara con mi cara,
y en un relámpago yo supe
carne de Mitla ser mi casta.
El encuentro con la vieja Europa sólo ha servido para azuzar su nostalgia y permitirle recuperar la imagen de América Latina en Tala y Lagar, dos libros que se nutren de sus paisajes y su esencia, y que sirven de antesala a su gran Poema de Chile, en el que trabaja intensamente durante los años postreros de su vida y que sólo aparece publicado de manera póstuma en 1967, una década después de su muerte.
La poesía de Gabriela Mistral es, como señala Óscar Galindo, «más de la tierra que del aire», y a ella le cabe un papel fundamental en esa amorosa relación entre las personas, la naturaleza y la cultura que desde Vallejo a Neruda han transitado como senda tantos de nuestros poetas.




(5) La maestra rural

Gabriela Mistral

 
La Maestra era pura. «Los suaves hortelanos», decía,
«de este predio, que es predio de Jesús,
han de conservar puros los ojos y las manos,
guardar claros sus óleos, para dar clara luz».
La Maestra era pobre. Su reino no es humano.
(Así en el doloroso sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!

La Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y enrojecida,
tal sonrisa, la insigne flor de su santidad.

¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso,
largamente abrevaba sus tigres el dolor!
Los hierros que le abrieron el pecho generoso
¡más anchas le dejaron las cuencas del amor!

¡Oh, labriego, cuyo hijo de su labio aprendía
el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en sus carnes ardía:
pasaste sin besar su corazón en flor!

Campesina, ¿recuerdas que alguna vez prendiste
su nombre a un comentario brutal o baladí?
Cien veces la miraste, ninguna vez la viste
¡y en el solar de tu hijo, de ella hay más que de ti!

Pasó por él su fina, su delicada esteva,
abriendo surcos donde alojar perfección.
La albada de virtudes de que lento se nieva
es suya. Campesina, ¿no le pides perdón?

Daba sombra por una selva su encina hendida
el día en que la muerte la convidó a partir.
Pensando en que su madre la esperaba dormida,
a La de Ojos Profundos se dio sin resistir.

Y en su Dios se ha dormido, como un cojín de luna;
almohada de sus sienes, una constelación;
canta el Padre para ella sus canciones de cuna
¡y la paz llueve largo sobre su corazón!
Como un henchido vaso, traía el alma hecha
para volcar aljófares sobre la humanidad;
y era su vida humana la dilatada brecha
que suele abrirse el Padre para echar claridad.

Por eso aún el polvo de sus huesos sustenta
púrpura de rosales de violento llamear.
¡Y el cuidador de tumbas, como aroma, me cuenta, las
plantas del que huella sus huesos, al pasar!



A continuación, una pequeña parte del ideario pedagógico de Gabriela Mistral:
LA INSTRUCCIÓN EN LA MUJER
Es preciso que la mujer deje de ser mendiga de protección; y pueda vivir sin tener que sacrificar su felicidad con uno de esos repugnantes matrimonios modernos; o su virtud con la venta indigna de su honra… Yo pondría al alcance de la juventud toda la lectura de esos soles de la ciencia… Yo le mostraría el cielo del astrónomo… ¿Por qué asegurar que la mujer no necesita sino una instrucción elemental?
OBJETIVOS PEDAGÓGICOS Y DE ENSEÑANZA Y DEL EJERCICIO DE LA PROFESIÓN
Para las que enseñamos:
1.  Todo para la escuela; muy poco para nosotras mismas.
2.  Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en el salón de clase. Enseñar con la actitud, el gesto y la palabra.
3.  Vivir las teorías hermosas. Vivir la bondad, la actividad y la honradez profesional.
4.  Amenizar la enseñanza con la hermosa palabra, con la anécdota oportuna,  y la relación de cada conocimiento con la vida…
  1. Si no realizamos la igualdad y la cultura dentro de la escuela, ¿dónde podrán exigirse estas cosas?
  2. La maestra que no lee tiene que ser mala maestra: ha rebajado su profesión al mecanismo de oficio, al no renovarse espiritualmente. Hay que merecer el empleo cada día…
12.          No bastan los aciertos ni actividad ocasionales.
MAZA, Ana María. Gabriela Mistral: A cien años como maestra rural… Revista de Educación. 76 años con los profesores. Ministerio de Educación. Santiago, Chile. En:

Sobre Gabriela Mistral, también puedes consultar:

domingo, 1 de abril de 2012

SEMANA SANTA: TIEMPO DE ORACION

María de Jesús Romero de Matute

En los años 30 del siglo pasado, los preparativos para la Semana Santa (1) o Semana Mayor comenzaban en San Carlos el miércoles de ceniza, el día después del martes de carnaval. Luego de habernos divertido en grande jugando carnaval y a los disfraces y comparsas, nos levantábamos tempranito en la mañana para ir a misa de siete a la Inmaculada Concepción. Íbamos todas: mi mama Gracia Manuela, la niña Fran, Chuchu y Candelaria; también mi papa José Antonio y José Manuel, su hijo.
Ese día, también día de ayuno y abstinencia, confesábamos, comulgábamos y esperábamos con suprema devoción el momento de la imposición de la ceniza por el padre José María Andani, sacerdote español quien estuvo muchos años en San Carlos y, a la muerte de Juan Vicente Gómez se fue a Tocuyito, en el estado Carabobo: Memento homo quia pulvis es et in pulverem reverteris, dice el Génesis 3,19, nos decía el padre Andani al dibujar una cruz en la frente, para recordarnos que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se convertirá en polvo. Esa ceniza proviene de la quema de las palmas usadas el año anterior. A partir de este día, se cuentan cuarenta días para el inicio de la Semana Santa. Este tiempo se llama Cuaresma (2).
Como les he mencionado en crónicas anteriores, mi familia afectiva tiene una hermosa imagen, llamada Jesús paciente, Jesus de la Humildad o Jesús, humildad y paciencia, hermosa talla sevillana que trajeron los primeros Hernández que llegaron a San Carlos a principios del siglo XVIII. Esa imagen sale en procesión el Martes Santo. En la Casa Grande, calle Amargura numero 3 (hoy Libertad), entre la calle Sucre y la calle Real, el Santo tenía su habitación: el primer cuarto a la entrada, a mano derecha. La imagen estaba colocada en un hermoso nicho de madera, se guardaba allí todo el año con sus puertitas abiertas y se alumbraba con velas. En la tardecita, se cerraban el nicho y el cuarto.
El miércoles de ceniza comenzaban entonces los preparativos para la Semana Mayor. Esas cuatro semanas se aprovechaban para limpiar el Santo, colocarle la toalla y sus flores, ambas de chantilly, que aún conserva, y pulir la mesa de madera. También, en el patio de la casa y sobre sabanas blancas, se limpiaban los candelabros y briseras. Se fijaban los faldones y la cenefa.
Ese día, Jesús Paciente era sacado de su nicho por el carpintero que lo había realizado. Un año el carpintero enfermó y vino su hijo a sacar al Santo. Pero por más maniobras que hizo, no pudo sacarlo del nicho. Entonces el carpintero, enfermo, se paró de su cama y vino a hacer su trabajo: el Santo salió fácilmente. A los años murió el carpintero y José Manuel se encargó de sacar el Santo del nicho; jamás hubo problemas.
Bajo la mesa sobre la cual se colocaba la imagen, cabían exactamente veintiocho hombres, siete por lado, llamados costaleros (3) o cargadores, a quienes, el día de la procesión, se les obsequiaba una cola M, de Marvez, que elaboraba mi papa José Antonio. Las mujeres no participaban cargando las imágenes. A la Casa Grande se traían las sillas del cine y las familias amigas también eran obsequiadas con una botella de cola M. En el día se ponían a enfriar dentro de calderos llenos de hielo.
El domingo de ramos comenzaban las procesiones. Ese día le correspondía a Jesús en el Huerto de los Olivos, hermosa talla realizada por el artista cojedeño José Natalio Bruguera, casado con Eugenia Marvez, quien vivía en Villa de Cura, y le correspondía a la Sociedad Mutuo Auxilio la organización de la procesión. Don José también elaboraba los carteles del cine. Las imágenes eran recibidas, cerca de la medianoche, a las puertas de la Inmaculada, por el padre Andani.
Ese domingo en la tarde, el Santo era llevado por los costaleros a la Inmaculada.
El martes santo era el día más grande del año para la familia. Nuestro Jesús Paciente salía en procesión. El día comenzaba con la santa misa a las siete de la mañana. Nos levantábamos tempranito para estar presentes. Mi papa José Antonio se paraba al lado del Santo, en una de sus esquinas. Cuando murió mi papa José Antonio, José Manuel tomó su lugar. Ese día mi papa José Antonio no trabajaba; se dedicaba a dar órdenes para que todo saliera bien. Al mediodía se iba al hotel a almorzar y a las cuatro de la tarde llegaba a la Inmaculada a esperar la procesión a las siete de la noche. Pero nosotras a las seis ya estábamos en el templo. Al salir el Santo de la iglesia, algunas nos íbamos a la casa a preparar su llegada, otras se iban con la procesión. Al llegar a la casa el Santo, los costaleros lo paraban en la puerta mientras tomaban su refresco y la gente se acercaba a rezarle. Luego, la procesión seguía hasta la Inmaculada. El lunes de resurrección se cumplía el ritual de regreso del Santo a la casa, cargado por los costaleros.
El miércoles santo se preparaba la comida para el jueves y viernes santo, que eran de ayuno y abstinencia. Generalmente pescado salado, como chigüire, yuca sancochada, arepas, hallaquitas, buñuelos, arroz con leche y canela o con coco. A veces, Jose Manuel inventaba hacer un hervido de pescado el jueves santo; pero a mi mama Gracia no le gustaba que se cocinara esos dias. Recuerdo que nos asustaban diciendo que si comíamos carne nos convertiríamos en pescados.
El viernes santo en la noche, salía en procesión, además del Santo Sepulcro, la virgen María, desde la Inmaculada, por la calle Sucre, y se perdía en el trayecto. Entonces salían San Juan y las Tres Marías a buscarla, y nunca la encontraban. Las imágenes se dirigían a la iglesia de la Inmaculada y entonces la virgen María ya estaba allá en su altar. Esta era una procesión muy concurrida.
Las procesiones eran amenizadas por algunos integrantes de la Banda del Estado, quienes interpretaban, entre otras, la pieza Una lágrima o parte del Popule Meus de José Ángel Lamas (4). El día de la procesión del Santo Sepulcro iba casi toda la banda.
Durante las procesiones se hacían muchas travesuras. Por ejemplo: a las beatas y solteronas se les unían sus velos con alfileres de gancho o se les echaba espermas. La procesión también era un buen sitio para verse con los novios. Una de las hijas de mi madrina Juanita se veía con el que luego fue su segundo esposo, en las procesiones de Jesús Paciente. Los más traviesos pasaban esos días bañándose en el rio Boca Toma, en Los Motores o en el canal. Pero la mayoría de las familias devotamente asistían a los oficios programados.
El Domingo de Resurrección la familia iba a la misa de once de la mañana y los tres templos, Santo Domingo, Inmaculada Concepción y San Juan repicaban campanas toda la mañana. En la tarde tenía lugar la Quema de Judas (5) en la Plaza Bolívar. Muchas veces, José Manuel y sus amigos participaban preparando el muñeco. Un año los muchachos hicieron un muñeco parecido al dictador Juan Vicente Gómez y fueron detenidos. Estuvieron muchos meses presos, acusados de traición a la patria y con la amenaza de ser encerrados en el castillo de Puerto Cabello. Alguien conocía un abogado de Caracas, quien vino a defenderlos y salieron en libertad. El abogado era el doctor Jesús María Páez Chataing, que luego se convirtió en esposo de doña Herminia Moreno, hermana de Santiago y cuñada de mi madrina Juanita. A partir de los años sesenta, Celedonio Ávila organizó la Quema de Judas, la cual se convirtió en un evento muy concurrido.
Al terminar la Semana Santa comenzaba el trabajo para las hacedoras de flores que adornaban los pasos: Las niñas Elisa y Josefa Quintana, quienes vivían en la calle Sucre, esquina con calle Ayacucho, y doña Lina de Dupuy, quien vivía por la calle Figueredo, cruce con calle Real. Ellas elaboraban las flores de papel crepe y papel de hojilla, que era más caro, blancas, moradas, etc.
A continuación, el recorrido de las procesiones:



RECORRIDO DE LA PROCESION
DOMINGO DE RAMOS: PASO (6): Jesús en el Huerto de los Olivos. Encargada: La Sociedad Mutuo Auxilio. La imagen salía de la iglesia de la Inmaculada Concepción por la calle Sucre y se paraba en la Sociedad Mutuo Auxilio, que quedaba entre Figueredo y Carabobo, frente a lo que fue el Centro Social Cojedes. Al llegar a la calle Carabobo cruzaba hasta la calle Real. De allí se dirigía hasta la calle Silva. Cruzaba nuevamente a la izquierda y de allí hasta la iglesia.
LUNES SANTO: PASO: Jesús en la columna. Encargado: Don Marcos Sánchez y su esposa, doña María Teresa Herrera de Sánchez. La imagen salía por la calle Sucre, cruzaba en la calle Miranda y luego a la izquierda seguía por las calles Sucre, Páez y Silva, hasta la iglesia.
MARTES SANTO: PASO: Jesús Paciente, o Jesús Humildad y Paciencia. Encargado: Don José Antonio Marvez y su esposa, doña Gracia Manuela Hernández de Marvez. Salida de la Inmaculada por la calle Sucre hasta la calle Ayacucho. Cruza a la izquierda, hasta la Calle Real. Breve parada en el negocio y cine de José Antonio Marvez. Seguía por la calle Real hasta la calle de la Amargura (hoy Libertad), entre Sucre y Real. Parada en la casa numero 3, de José Antonio Marvez. Descanso y obsequio a cargadores y visitantes. Prosigue la procesión por la calle Sucre, hasta la Inmaculada. Es el único Santo propiedad de una familia.
MIERCOLES SANTO: PASO: El Nazareno. Encargado: don Luis Barrios y su esposa, dona Elisa de Barrios. Salida de la Inmaculada hacia la calle Páez, cruce en la calle Páez y parada en casa de don Luis Barrios, quien vivía al lado de don Aponte. Cruce en la calle Miranda, cruce en la calle Sucre y entrada a la Inmaculada.
JUEVES SANTO: PASO: Jesús Crucificado. Encargado: Don Víctor Fraino y su esposa, doña Luisa de Fraino. La imagen salía de la Inmaculada por la calle Sucre, hasta la casa de don Víctor, donde se detenía un rato. Don Víctor vivía enfrente de la Sociedad Mutuo Auxilio, en la casa que luego fue de dona Berta Fraino, quien era su hija, y su esposo Horacio Balic. De allí, seguía hasta la Ayacucho. En la esquina de la calle Real se cruzaba a la izquierda. Proseguía por la calle Real hasta la calle Silva y de nuevo a la Inmaculada.
VIERNES SANTO: PASO: El Santo Sepulcro. Encargado: Don Menotti Fraino y su esposa, doña Anunziata de Fraino. El Santo Sepulcro realizaba dos procesiones. La primera, a las 11 a.m de Santo Domingo a la Concepción. El itinerario era el siguiente: salida de la iglesia Santo Domingo por la calle Figueredo. Cruce en la calle Real hasta la calle Silva. Cruce en la calle Silva hasta la Inmaculada. La segunda procesión se realizaba a las 7 p.m, de la Concepción a Santo Domingo. Con el siguiente itinerario: Salida de la Inmaculada por la calle Sucre, hasta la calle Figueredo. Cruce a la izquierda, hasta la iglesia de Santo Domingo.


(1) A continuación transcribo un dato interesante sobre la duración de la Cuaresma, tomado de una crónica del padre Pedro De Freitas en el Diario Noti Tarde, el 9/4/2011: Significado del miércoles de ceniza. Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús. Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "metanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte. La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia. Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.
Tradición. En la Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua. Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno (ya que se excluyen los domingos). En el siglo VII se agregaron cuatro días antes del primer domingo de Cuaresma estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto. Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), el inicio de la temporada penitencial de la Cuaresma fue simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la congregación. Hoy en día, en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo. Esta tradición de la Iglesia ha quedado como un simple servicio en algunas Iglesias protestantes como la Anglicana y la Luterana. La Iglesia Ortodoxa comienza la cuaresma desde el lunes anterior y no celebra el Miércoles de Ceniza.
Significado simbólico de la ceniza. La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Génesis 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo que es el que sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo. Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1, 15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.
Duración de la cuaresma. La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto. En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades. La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

(2) Cuaresma: La Cuaresma (latín: cuadragésima, «Cuadragésimo día (antes de la pascua)»), es el periodo del tiempo litúrgico (calendario cristiano) destinado por la iglesia Católica Apostólica y Romana, la Iglesia Anglicana, y la Iglesia ortodoxa, además de ciertas iglesias evangélicas, aunque con inicios y duraciones distintas, para la preparación de la fiesta de Pascua.

(3) El costalero, de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española, es el esportillero o mozo de cordel, especialmente el que lleva a hombros un paso de una procesión.


(4) José Ángel Lamas
Nació en Caracas el 2 de Agosto 1775 y murió en la misma ciudad el 10 de diciembre de 1814, a los 39 años de edad.
José Ángel Lamas fue compositor desde muy joven, dedicado por entero a la música; principal representante del clasicismo de nuestro país. Su maestro fue Juan Manuel Olivares, quien le transmitió los conocimientos aportados por el Padre Sojo en su Escuela de Chacao. Lamas formó parte junto con Juan José Landaeta, Cayetano Carreño y Lino Gallardo, entre otros, de una generación de excelentes músicos.
En 1789, Lamas ingresó como ejecutante de un instrumento de viento madera antepasado del oboe actual (chirimía), de la Catedral y cuando Cayetano Carreño se convirtió en maestro de capilla titular, fue nombrado bajonista (ejecutante de chirimía de tono grave), en 1796.
El 1 de julio de 1802, Lamas se casó con Ana Josefa de la Concepción Sumosa, de cuyo matrimonio nacieron tres hijos.
José Ángel Lamas nunca participó en la política, aunque vivió el ambiente de la guerra de la Independencia.
Algunas de las obras de Lamas son: El premio a Tus Virtudes, Sepulto Domino, Misa en Re, Ave Marís Stella, Benedicta et benerabilis y el Popule Meus, en 1881, obra compuesta especialmente para la Catedral de Caracas.

José Ángel Lamas fue enterrado en el templo de San Pablo, que luego fue derrumbado por Antonio Guzmán Blanco para construir el Teatro Municipal. Sus restos nunca fueron hallados.
En la actualidad existen un conservatorio de música y un premio nacional de composición que llevan el nombre de José Ángel Lamas.

(5) La Quema de Judas

En casi todo el territorio venezolano hay una tradición en la que distintas comunidades tienen una amplia participación el Domingo de Resurrección, pero son famosas las que se realizan en Caracas, en diversos estados orientales y en Lara, Cojedes y Aragua. Se trata de La quema de Judas, esta tradición tiene un significado simbólico de justicia popular, pues a través de esta el pueblo expresa sus quejas y descontentos con relación a los acontecimientos políticos y comportamiento de figuras públicas y funcionarios del estado, de igual forma trata de dar finiquito simbólico a la cuaresma para garantizar su resurrección el próximo año. El motivo original es recordar la traición de Judas a Cristo, y simbólicamente alude a la traición del personaje escogido para ser el Judas, a su pueblo, comunidad ó hasta el país.
El “Judas” en cuestión es un muñeco elaborado con telas, ropas viejas y trapos, relleno con fuegos artificiales que aportan los participantes de la quema de cada comunidad, estos fuegos artificiales son explotados una vez el Judas es ahorcado y se quema.
Generalmente se hace el muñeco de cuerpo entero y se viste con zapatos y trajes usados, se le colocan lentes, guantes y distintos accesorios, que aportan y colocan los integrantes de la comunidad que lo crean.
La ceremonia comienza cuando es escogido la persona de la comunidad, estado ó país que sea considerada por sus acciones una amenaza para la sociedad y que sea merecedora de burlas o escarnios.
Una vez identificado el personaje que amenaza con sus actos a la colectividad, se procede a escribirse un testamento, que de forma sarcástica identifican al Judas, expresando un resumen de su vida y de sus actos, de sus faltas y que por término expresa los últimos deseos del personaje.
El muñeco es elaborado a semejanza del Judas escogido para ser castigado, se le coloca una soga al cuello y previo a su quema es arrastrado y ahorcado de forma dramática. Más dramática aún se vuelve su quema y explosión.
Antes de ser quemado debe recorrer las calles del pueblo ó comunidad para que todos sus habitantes o pobladores tengan conocimiento de sus faltas y de su castigo, una vez cumplido este recorrido y leído su testamento, el Judas se sube a un árbol o poste de luz y allí es ahorcado y posteriormente quemado.
Este rito es motivo de fiestas y celebraciones, se acompaña de música y de diferentes formas de celebración en las calles, actos culturales y es acompañado con guarapitas y diferentes bebidas alcohólicas.
Esta tradición se dice que es tan vieja que se cuenta que el primer Judas quemado en Venezuela se realizo en Cumaná en el año 1499 y fue representando como Américo Vespucio, cuando este se presento con espejitos y baratijas para ser cambiadas por perlas y hacer que los indios le construyeran un bergantín, la embarcación fue construida y en ese mismo bergantín se marcho Don Américo y jamás regresó, los indios en vista de que el conquistador no regresaba decidieron hacer una especia de espantapájaros y colocarlo en el sitio donde se fabrico la barraca de Don Américo, allí le prendieron fuego y bailaron al son de los tambores y chirimías. Posteriormente durante la Capitanía general de Venezuela cuando algún personaje cometía algún error esperaban su caída y lo judaizaban. Se cree que el primer Judas de Caracas se quemó en el año 1801 y luego se hizo común en nuestro pueblo quemar a Judas el Domingo de Resurrección.

(6) Paso: Entre las 27 acepciones del Diccionario de la Real Academia Española, el paso es la efigie o grupo que representa un suceso de la Pasión de Cristo, y se saca en procesión por la Semana Santa.

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Fuentes consultadas:

• Biografías de la Biblioteca Nacional
Fundación Polar (1997). Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas. Venezuela.
En: http://es.wikipedia.org/wiki/Cuaresma
• Gran Enciclopedia de Venezuela. Caracas: Editorial Globe, 1998.
En: http://www.mipunto.com/venezuelavirtual/000/000/004/054.htm
En: http://www.venezuelatuya.com/tradiciones/la_quema_de_judas.htm
En: http://buscon.rae.es/draeI/